El escritor Roberto Rosario Vidal, Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil coloca el distintivo de la Academia a la escritora Maritza Olórtegui Mariño, nueva integrante de la Academia Peruana de LIJ.
DISCURSO DE
INCORPORACIÓN A LA ACADEMIA PERUANA DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL
Sr. Roberto Rosario
Vidal, Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil,.
Sres. Danilo Sánchez
Lihón y Félix Huamán Cabrera, Miembros de la Academia Peruana de Literatura
Infantil y Juvenil.
Señora Leticia Acuña
Zegarra, Directora de la Biblioteca España de las Artes, distinguidos
escritores, educadores, colegas, amigos y familiares.
Quiero empezar mi
participación agradeciendo
a la Academia Peruana de LIJ por aceptar mi incorporación a tan distinguida
institución que integra a destacados escritores y estudiosos de la literatura especializada
para niños y adolescentes.
EL
PERSONAJE ADOLESCENTE FEMENINO EN LA NARRATIVA PERUANA.
En esta exposición
voy a resumir aspectos referidos a la construcción autónoma del personaje
adolescente femenino en la narrativa peruana, principalmente en Crónica de San
Gabriel de Julio Ramón Ribeyro.
La construcción
autónoma del discurso femenino – en la primera novela de Ribeyro – es un
producto cultural, vinculada a la concepción ontológica del imaginario
femenino. Este constructo es diseñado por los múltiples “discursos
androcéntricos” que elaboran su existencia. En Crónica de San Gabriel, el
discurso y la sexualidad femenina son elementos simbólicos unidos
intrínsecamente a la construcción autónoma del personaje adolescente. Por eso,
creemos sin temor a equivocarnos, que la autonomía femenina es una entidad
verbal y simbólica, cuya presencia se diseña mediante los múltiples discursos
(dominación masculina) que regulan su imaginario. Describiremos cómo estos
paradigmas androcéntricos influyen en el imaginario femenino, transformando su
axiología. Es decir, un conjunto de explicaciones sobre la construcción
cultural de la autonomía femenina del personaje adolescente, que emergen del
discurso literario. Asimismo, explicaremos el universo narrativo desde la
condición transgresora de la mujer.
1.-Presencia de
personajes adolescentes en la narrativa peruana
En la década del 50
surgen escritores que apuntan su mirada hacia el escenario marginal de la gran
urbe. Las llamadas invasiones, barriadas o pueblos jóvenes empiezan a tener
presencia en los cuentos y novelas de esa época. Pero ya en la década de los
60s, aparecen en nuestra narrativa Crónica
de San Gabriel (1960) novela de Julio Ramón Ribeyro; Los Inocentes (1961), de Oswaldo Reynoso; Vestido de luto (1961) de Carlos Eduardo Zavaleta; Los Cachorros
(1967) de Mario Vargas Llosa; No una,
sino muchas muertes (1969) novela de Enrique Congrains Martin, entre otros;
las que presentan a personajes adolescentes en general. Al respecto el escritor
Carlos Eduardo Zavaleta[1], sostenía: “Junto a ese cambio de ambiente
analizamos asimismo el mundo juvenil, ya sea descubriendo las sensaciones y
aventuras del niño a adolescente, o creando la vertiente especial de la collera
o pandilla juvenil. Aquí destacó Reynoso. Los personajes infantiles y
adolescentes se hallan en casi todos los autores, fascinados por el misterio
inicial de las primeras experiencias y por las pruebas que deben superar los
personajes a fin de convertirse en hombres” (Zavaleta, 2006)
Estos escritores se
interesan en los personajes de los bajos mundos, rastrean sus penas, angustias
y carencias, además, como lo señala Zavaleta, escudriñan la vida interior de
los personajes, asimismo en la personalidad de sus héroes y heroínas. Aparecen
las mujeres adolescentes como complemento de sus historias arrastrando estilos
de vida, evidenciándose los temas como el aborto, las agresiones físicas y
verbales, la podredumbre moral en la que tienen que habitar a sus escasos años
y ser parte de ella. Se nota que en casi todos los cuentos de Ribeyro sus
personajes se enfrentan a la sociedad alta limeña, la marginación por un lado y
el deseo de sus personajes de acceder a ese otro estilo de vida y que ven con
admiración hasta con frustración porque saben que nunca lograrán habitar ese
mundo atractivo para ellos. En Un domingo cualquiera, (1964) las
protagonistas son adolescentes, Nelly la chica pobre que esconde su cuerpo
entre sus trapos de miseria en la playa, para no seguir sintiéndose menos y en
cambio Gabriela, señorita de la alta sociedad, exhibe su anatomía y el color de
su piel con arrogancia, haciendo notar que el tono de la piel es una muestra de
su condición económica y social. En Interior L, (1953) la protagonista
es Paulina, “era una cholita de
quince años, baja para su edad, redonda, prieta, con los ojos rasgados y vivos
y la nariz aplastada”, es así cómo la describe Ribeyro a esta adolescente
nacida en un hogar pobre, cuya madre y hermano habían fallecido de
tuberculosis. Paulina asume el rol de ama de casa, obligada a atender a un
padre borracho y a hacerse cargo de las actividades cotidianas de su hogar. La
adolescente es violada a los catorce años y luego expuesta a la vergüenza por
su padre, pero cuando el violador le ofrece dinero para evitar problemas con la
justicia, disfruta de esa bonanza económica que es a costa de la dignidad de su
hija. Al final perderá a la criatura y su vida se tornará nuevamente gris como
si fuese una maldición. Ribeyro rescata a estos personajes marginales,
humillados y olvidados que se encuentra a lo largo de su cuentística; sin embargo,
en Crónica de San Gabriel, su primera
novela, escrita a comienzos de 1956 en Munich, Alemania, publicada en Lima en
1960 y con la que obtuvo el Premio Nacional de Novela, el escenario no es la
ciudad sino el campo, los personajes protagónicos son adolescentes. Respecto a
esta novela, dice el mismo Ribeyro, “Abrí entonces un cuaderno y empecé a
escribir lo primero que me vino a la cabeza, el recuerdo de las vacaciones que
pasé en una hacienda andina cuando tenía catorce o quince años” (Crónica de San
Gabriel, p.5). Los protagonistas de esta novela son Lucho y Leticia, ambos de
15 años. Lucho un muchacho huérfano que vive con sus tíos en Lima, es llevado a
visitar una hacienda de propiedad de Leonardo, hermano de su tío Felipe, a una
sierra norteña, una vieja hacienda que sucumbe en el ocaso. El protagonista
relatará desde su mirada estilos de vida y costumbres de una realidad que para
él es completamente desconocida; y será también desde su mirada que se conocerá
a Leticia, joven quinceañera víctima de la violencia familiar, con muchos
conflictos para asumir su adolescencia, por lo tanto, impedida para construir
una autonomía verdadera.
De nuestra parte,
centrándose en Julio Ramón Ribeyro se puede asegurar, que es en Crónica de San Gabriel donde el autor
crea a un personaje adolescente femenino, con mayor fortuna en el plano material,
quien por ser hija de hacendados no vive la miseria de los otros personajes
adolescentes femeninos. Si bien la hacienda está perdiendo su majestuosidad aún
les queda el status y Leticia vive ese mundo falso e hipócrita de una manera
irresponsable, excluyéndose de aquella decadencia y casi ignorando lo que
sucede a su alrededor.
Dados
estos aspectos observados, parece enriquecedor analizarlos desde la perspectiva
femenina adolescente, centrándose básicamente en Leticia, personaje importante
de esta novela, que aún no ha sido de interés profundo para los estudiosos;
considerando, además, que el propio Ribeyro expresa en su prólogo[2]
“… de lo dicho por algunos críticos
tratándose del personaje femenino adolescente: “… la descripción novelada de un
caso clínico de histeria” (Ribeyro
2001: 5).
2.- Lo Femenino como Discurso Autónomo
El célebre
pensador Jacques Lacan (1971) sostuvo, en una de sus polémicas conferencias,
que “la mujer no existe”. Este enunciado no expresa un arrebato de machismo,
sino la impronta de la historia de Occidente respecto a la concepción ontológica
de lo femenino. Para Lacan, no existiría el “imaginario femenino”, es decir un
conjunto de esquemas mentales e ideológicos, propios e indivisibles, de la
mujer; capaces de instaurar un discurso autónomo y libre de las políticas
coercitivas del discurso androcéntrico. Esto es el resultado de la dominación
masculina sobre el discurso femenino, el cual ha sido elaborado por estructuras
paternalistas (familia, educación, matrimonio, etc.), que han manipulado – por
cientos de años – al género femenino.
Uno de los
aportes más significativos de los Estudios de Género – de las últimas décadas –
es la noción performativa del género y la sexualidad (Butler). Estas categorías
no son entidades biológicas, sino constructos culturales diseñados,
eminentemente, por esquemas androcéntricos. Es decir, el género - como producto
biológico – es debatible, pues es una creación coercitiva del falocentrismo. “En consecuencia, cuando una mujer escribe o habla para afirmar su
existencia, estaría forzada a hablar en una lengua extranjera; una lengua
hostil y esclavizante” (Burke 1978: 884). Como sostiene, también, Carlos Duque
(2010: 85) sobre la Teoría de la performatividad del género:
“Así, para
esta teoría, la orientación sexual, la identidad sexual y la expresión de
género, son el resultado de una construcción - producción social, histórica y
cultural, y por lo tanto no existen papeles sexuales o roles de género,
esencial o biológicamente inscritos en la naturaleza humana”.
El género femenino carece de una concepción ontológica fuera de los
actos lingüísticos que lo constituyen. Desde esta óptica, la mujer sería un
efecto de las repeticiones lingüísticas creadas por el discurso androcéntrico. Enunciados
como “hija de”, “madre de” o “esposa de”; han servido para crear formas
reguladoras de la imagen simbólica de la mujer. Esta se constituye siempre – en
la historia de Occidente – mediante la presencia masculina. Asistimos, pues, a
un discurso autoritario y hegemónico, el cual impone su “lenguaje” al discurso
femenino. La mujer buscará, entonces, una identidad propia, un discurso
autónomo; en oposición al discurso falocéntrico. Como sostiene Simone Beauvoir
(2010: 57):
“No se nace
mujer: llega uno a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define
la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la
civilización en conjunto es quien elabora este producto intermedio entre el
macho y el castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación de un
ajeno puede construir a un individuo en un otro”.
¿Cómo elaborar un discurso autónomo femenino? ¿Cómo enfrentarse a los
cánones impuestos por la dominación masculina? La mujer – por cientos de años –
ha construido su identidad a través de paradigmas que le son ajenos, los cuales
han diseñado “políticas” coercitivas para controlar la sexualidad femenina.
“Ser mujer” significa – en la sociedad moderna – vivir y actuar dentro de una
lógica masculina; obedecer sus principios y esquemas como si fueran propias. No
olvidemos “que, cuando se trata de las mujeres, es, como ya se ha visto, ser
percibido, y percibido por la mirada masculina o por una mirada habitada por
las categorías masculinas” (Bourdieu 2000: 72). En pocas palabras, el mundo
moderno actúa desde los preceptos – hegemónicos – de la visión masculina. Como
sostiene Ortiz Aguirre (2010:115): “Esto nos habla de una concepción de mundo
desde o masculino, bajo la cual las identidades genéricas son troqueladas: se
es varón o mujer dentro de una lógica masculina. Ambos papeles genéricos están
insertos en lo masculino”. La mujer, entonces, tiene dos caminos antagónicos:
la aceptación o la subversión del discurso androcéntrico.
A través de su cuerpo – constructo cultural y
lingüístico – las mujeres elaboran su propia identidad para personificar el
sujeto de la diferencia, el cual establece formas autónomas de identificación.
Así, la mujer subvierte el orden establecido de los varones. Ella busca un
espacio propio, donde encuentre una autonomía plena, explore – sin
restricciones – su feminidad, sus placeres y su lenguaje.
La autonomía femenina se gesta como discurso
propio a mediados del siglo XX. Es decir, el imaginario femenino promueve su
identidad transgrediendo los patrones ideológicos de la lógica androcéntrica.
Surge, entonces, voces de la Teoría feminista, las cuales intentan instaurar
nuevos paradigmas – sociales y culturales – que expresen autodeterminación en
el discurso femenino.
3.- Construcción autónoma del
personaje adolescente femenino en Crónica de San Gabriel
En el presente segmento, abordaremos la construcción autónoma del
personaje femenino adolescente en Crónica
de San Gabriel (CSG). Esta novela – la primera de Ribeyro – explora las
vicisitudes traumáticas de la adolescencia frente a un mundo hostil y
hermético: la adultez. Analizaremos, especialmente, el desarrollo – simbólico y
social – de la construcción autónoma del personaje femenino. Dicha construcción
implica la presencia de fuerzas externas, las cuales niegan o posibilitan la
ejecución de la misma. Como sostiene Octavio Paz: “La adolescencia es ruptura
con el mundo infantil y momento de pausa ante el universo de los adultos” (Paz
1984: 183). Para ello, iniciaremos nuestra investigación desde el “proceso
formativo” de una adolescente, que cuestiona los ideales de una sociedad
conservadora y paternalista. Luego, exploraremos cómo la actitud libérrima de
esta adolescente se enfrenta a la dominación masculina en CSG. Finalmente,
nuestra investigación nos conducirá a la construcción autónoma del personaje
femenino adolescente en dicha novela.
La
construcción de la autonomía femenina en Leticia se manifiesta a partir de una
fuerza deseante inconstante. Foucault (1984: 124) que esta se “organiza
mediante un juego de represiones y permisiones”. Leticia crece y se fortalece
dentro de un mundo paternalista, adquiriendo esquemas clasistas y códigos
masculinos. El mundo paternalista en Crónica
de San Gabriel crea mecanismos de poder, los cuales coactan el libre
desarrollo del yo femenino en Leticia. Uno de esos mecanismos de poder es la
construcción patriarcal de la familia, institución jerarquizada, donde se
prodiga “el bienestar inmanente de sus integrantes” o la solución pragmática a
sus problemas. Leticia desea adquirir, a lo largo de la novela, una identidad
plena, que le permita autoafirmarse como una mujer libre y autónoma. En clara
oposición a los discursos paternalistas, que lo único que buscan es reducir al
máximo el logos femenino.
Hemos dicho
que el microcosmos de la novela, gira en torno a esquemas paternalistas, los
cuales poseen un discurso hegemónico. Esta perspectiva axiológica modula el
comportamiento y la personalidad de los integrantes de la hacienda de San
Gabriel. Uno de esos esquemas axiológicos es el machismo; el cual denigra y
humilla la construcción imaginaria de la femineidad. Una de las voces
representativas del machismo recae en Felipe, quien percibe el rol de las
mujeres, únicamente como objetos de satisfacción sexual. Para él, no existe un
discurso imaginario femenino, pues carecería de rigor ético y de autoridad
moral: “No creas nunca en la honestidad de las mujeres. ¿Sabes que no hay mujer
honrada sino mal seducida? Todas, óyelo bien, todas son en el fondo igualmente
corrompidas” (CSG: 9). Este deseo construye el imaginario cultural de su
oficio, reivindica su masculinidad, mediante su eficacia sexual. Esta
aseveración de Felipe reafirma su condición hegemónica sobre sus amantes.
Esther Díaz
(1999: 139) sostiene que todo mecanismo de poder trata de alinear a los individuos,
controlando sus pensamientos o deseos, para así poder tener un dominio sobre
ellos. “Que el deseo es codificado por el poder significa que quienes ejercen
un poder buscar “interpretar” el deseo de aquellos sobre los que ejercen
hegemonía”. Uno de esos conflictos de poder es el matrimonio impuesto a
Leticia, con fines claramente económicos. A su vez, existe en la novela ciertos
mecanismos de poder que fomentan y legitiman a un determinado grupo social.
Las reglas de oposición entre los personajes están marcadas por un eje
que coloca en dos bandos contrarios a los personajes: lo masculino (dominación)
y lo femenino (seducción). Por un lado, está el personaje que representa la
dominación masculina, Felipe, que, desde las primeras líneas, trata de legitimar
su acción; otorgándole un estatus social: “Las mujeres son como las frutas del
árbol. Quiero decir que sólo caen en tus manos las maduras. Las otras, hay que
estirar los brazos y arrancarlas” (CSG: 73). No solo
legitima su oficio, sino su poderío sexual, en desmedro de lo femenino. La
construcción masculina de este personaje se asocia a la conducción del placer,
a la administración eficaz del deseo. En cambio, los personajes femeninos se
oponen a la hegemonía del seductor porque son – según el imaginario masculino –
“deshonradas, inmaduras o insatisfechas de amor”. Estos adjetivos expresan pasividad o debilidad en la construcción
de la sexualidad femenina, por parte de Felipe. Es decir, en Crónica de San Gabriel existe una
notoria pugna de género en la construcción del imaginario de la sexualidad.
La única mujer que se enfrenta – en CSG – a los parámetros e ideales de
la dominación masculina es Leticia. Con su personalidad inestable, libérrima y
transgresora desafía el discurso androcéntrico presente en la novela. Esto se
produce, principalmente, por su lenguaje y su sexualidad; los cuales se oponen
a los esquemas paternalistas. La sexualidad – en Leticia – es un producto cultural, vinculada a la
concepción ontológica del cuerpo. Este constructo
es diseñado por los múltiples “discursos sexuales” que elaboran su
existencia. Por eso, creemos sin temor a equivocarnos, que la sexualidad es una
entidad verbal y simbólica, cuya presencia se diseña mediante los múltiples
discursos que regulan su imaginario. Es una construcción simbólica que
irradia una dimensión axiológica, la cual establece un conjunto de valores que
ordena la existencia del mundo. La representación simbólica de la sexualidad
carece de un solo sentido, es polivalente y contradictoria, porque depende de
la multiplicidad de discursos que la edifican. “De ahí la miríada de
representaciones que buscan darle un sentido y su carácter heteróclito,
insólito, contradictorio, de una sociedad a otra” (Le Bretón 2002: 14).
Leticia – personaje adolescente – construye su propia sexualidad sobre
los resquicios de la dominación masculina. Es decir, su sexualidad le permite
edificar una autopercepción, individual y colectiva, de su feminidad. Esto no
es solo un mecanismo de defensa, sino la realización de una identidad autónoma.
“Estaba en tal forma habituado a la imagen de Leticia en pantalones, que, al
verla ceñida en un vestido rojo, sobre los altos tacones, el cabello suspendido
con gracia sobre la nuca, quedé confundido por su apariencia” (CSG: 25).
Esta conducta libérrima se opone a los valores conservadores del narrador, el
cual se sorprende por la autonomía de su prima. Como sostiene Norma Fuller
(1998: 65): “Su perfil se delinea por oposición a las normas
tradicionales, a la jerarquía de géneros y por reafirmar su sexualidad. La
moderna reclama para sí la afirmación de su independencia respecto a la tiranía
del “qué dirán” y la recuperación de su sexualidad”.
La
construcción autónoma del personaje femenino en Crónica de San Gabriel – especialmente en Leticia – se realiza
mediante la participación activa del cuerpo como espacio de autoconciencia,
capaz de generar lenguajes contrarios al discurso androcéntrico de la hacienda.
El cuerpo es una construcción simbólica, donde su totalidad domina el orden
social de las cosas. Lo corporal posee un contenido sémico, el cual brinda un
significado óntico a la vida. Es un espacio vital, donde los seres se reconocen
y autoafirman como participes de su propia existencia.
La construcción de la identidad – en Leticia
– consiste en apropiarse de un rasgo individual y único, que la excluya de la
dominación masculina. Esta característica propia la aleja de la sumisión e
instaura modelos que se oponen a los mecanismos de poder (sociedad, familia y
matrimonio) de las relaciones paternalistas. Desde esta condición, su vida se
convierte en juego de represiones y regulaciones, porque sostiene un conflicto
con la sociedad patriarcal. Como afirma Toril Moi (1995: 97): “A las mujeres se les
niega el derecho de crear sus propias imágenes de feminidad, y se ven, en
cambio, obligadas a conformarse con los modelos machistas que se les imponen”.
En CSG, el personaje epígono de la autonomía femenina es – sin ninguna
duda – Leticia. Ella se enfrenta, con sus arrebatos adolescentes, a los paradigmas
existentes en la hacienda San Gabriel. Asistimos, pues, a la construcción
autónoma del imaginario femenino, que transgrede y subvierte los cánones
establecidos en una sociedad androcéntrica. Leticia adquiere conductas propias,
las cuales modelan su personalidad, caótica y violenta, en desmedro del orden
masculino. Incorpora estrategias culturales (sexualidad y erotismo) para poder
acceder a un mundo que le es ajeno: “Leticia lo hacía con una gracia
irresistible, al punto que los hombres se disputaban por bailar con ella” (CSG:
27). Es decir, Leticia muestra una actitud rebelde a través de su sexualidad.
Como sostiene Norma Fuller (1998: 65), respecto de la autonomía femenina:
Leticia, en esencia, busca un cambio, es decir, adquirir nuevos
paradigmas que le sean suyos; cambios que le permitan construir una autonomía
plena, las cuales transgredan las normas establecidas. Ser mujer es, para ella,
adquirir una identidad única e irreprochable, capaz de subvertir los ideales
masculinos. Por eso, al pintarse “el lunar” transgrede las normas del discurso
androcéntrico. Además, no le interesa la duración de ese arrebato lúdico, sino
la satisfacción de sentirse una mujer autónoma. Como la misma Leticia lo
expresa: “Pero ya es tiempo de cambiar, ¿tú no lo crees? De ahora en adelante
voy a cambiar. Me aburro de ser siempre igual… Fíjate, me voy a pintar un lunar”
(CSG: 107). Es acaso, también, la despedida de la prístina adolescencia a la
pronta madurez conflictiva y despiadada.
Asistimos, pues, a la construcción autónoma del personaje adolescente
femenino – esencialmente en Leticia – en Crónica de San Gabriel. Ella
construye una autopercepción, unívoca y auténtica, del imaginario femenino, el
cual transgrede los paradigmas establecidos del discurso androcéntrico. No olvidemos,
que, a lo largo de la novela, ella se enfrenta al poder de los “otros” para
establecer un poder autónomo femenino, lejos de los moldes de la sociedad
patriarcal. A su vez, esta construcción autónoma se desarrolla mediante
mecanismos y constructos, propiamente femeninos, los cuales entran en conflicto
con la dominación masculina. El cuerpo y la sexualidad – constructos culturales
– establecen la identidad del género femenino, el cual polemiza y transgrede al
orden masculino.
Sin embargo, surge una interrogante pertinaz ¿Es la autonomía femenina
una realización plena del poder femenino en CSG? Me temo que no. La autonomía
en Leticia se produce, pero es efímera; dura lo que permanece el lunar en su
mejilla. Esta simbología ribeyriana se deja avasallar por las estructuras
sociales de la lógica masculina. Con el borramiento del “lunar ficticio” la
transgresión femenina desaparece, la actitud rebelde de Leticia es aniquilada
por las fuerzas dominantes del discurso androcéntrico. Como observa el propio
narrador: “Leticia, después de recibirlo, tiró la puerta con tal violencia que
estuvo a punto de reventarme los dedos. Sólo en el momento de retirarme a mi
cuarto me di cuenta de un detalle: de la mejilla de Leticia había desaparecido
el lunar” (CSG: 135).
Surge, entonces, la crisis existencial; la inexorable aceptación de
vivir esclavizada por ideales obtusos, prejuiciosos y machistas, los cuales
convierten los ideales femeninos en una resignación patética: “Si sólo diera un
paso, si me empujara el viento…” (CSG: 197). En Crónica de San Gabriel,
se produce una transgresión relativa y efímera; ocasionada por una jovencita
que vive al margen de los centros de poder. Aunque desafía el orden
establecido, subyace a la dominación de este.
Leticia asiste, pues, a la tentación de un fracaso como mujer
transgresora.
CONCLUSIONES
1.
En Crónica de
San Gabriel,
primera novela de Julio Ramón Ribeyro, encontramos la construcción autónoma del
personaje adolescente femenino, el cual transgrede los paradigmas, sociales y
culturales, de la dominación masculina. Entendida esta como los esquemas
mentales, políticos y sociales, que ejercen autoridad discursiva sobre los
hombres y las mujeres. La construcción autónoma del personaje femenino se
enfrenta – mediante diversas estrategias discursivas y culturales – al orden
masculino y a sus mecanismos de poder. Estos discursos de poder intentan
manipular el logos femenino.
2.- Se
confirma que la construcción autónoma del personaje adolescente femenino se
produce en CSG, mediante diversos constructos culturales (el cuerpo, el
erotismo, la sexualidad), los cuales fracturan el logos androcéntrico. Así, se
elabora una autonomía femenina transgresora que promueve la autopercepción del
imaginario femenino, la cual instaura un discurso en contra del orden masculino.
3.- Se
constata en CSG, la preeminencia de un universo adolescente femenino que ejerce
su identidad plena sobre los valores decadentes de una sociedad patriarcal. El
personaje femenino adolescente – principalmente Leticia – se opone a los
esquemas paternalistas que coactan su realización personal. Esta presencia
femenina tiene como objetivo principal la determinación de un discurso propio,
el cual contribuya a la creación de un imaginario femenino que reclama
autonomía en un mundo ajeno.
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Gabriel. Lima: PEISA,
-------------------------------
(1980). La palabra del mudo. 1ra edición. Lima: Editorial Milla Batres.
__________________
[1] Zavaleta, Carlos E. Narradores
peruanos de los 50’s. Estudio y antología. I.N.C, 2006
DISCURSO
DE RECEPCIÓN A LA ESCRITORA GLADYS MARITZA OLÓRTEGUI MARIÑO, EN LA ACADEMIA
PERUANA DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL, POR EL ESCRITOR LUZMÁN SALAS SALAS
(Leído por el escritor Félix Huamán Cabrera)
Doctor Roberto
Rosario Vidal, Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil.
Honorables miembros
de la Academia.
Respetables
integrantes de la Mesa de Honor.
Distinguida escritora
Gladys Maritza Olórtegui Mariño.
Insignes poetas y
escritores.
Destacadas
personalidades.
Estimados familiares
de la escritora Maritza Olórtegui
Mariño.
Apreciados amigos y amigas.
En esta noche solemne
palpita en nuestros corazones la emoción fraterna al recibir merecidamente en
el seno de la Academia Peruana de la Literatura Infantil y Juvenil a la
reconocida escritora Gladys Maritza Olórtegui Mariño, ante un auditorio tan
respetable.
Maritza Olórtegui ha
sido llamada a ocupar meritoriamente una silla de número en nuestra honorable
institución. Su presencia permitirá no solo aumentar el caudal de las aguas
académicas, sino provocará agitarlas para convertir a nuestra corporación en
templo y taller de grandes realizaciones culturales, procurando unir los hechos
con nuestras palabras.
Al presentarla,
permítanme exponer algunos hitos de su
ciclo vital.
Nació en el apacible
y pintoresco distrito de Chingas, provincia de Antonio Raimondi, en Ancash, el
20 de agosto de 1970. Un impulso natural cual signo premonitorio la apremiaba
para salir cuanto antes del vientre de su madre. Sus vivaces pupilas ansiaban
ver la luz de este mundo y se inquietaban por contemplar las maravillas de la
creación divina. Nació minutos después de que su hermana gemela lo hiciera. Sus padres Magno Olórtegui Vásquez y Rosalía
Mariño Balabarca celebraban alborozados dicho alumbramiento.
Su pasión de
incansable lectora se anunciaba tempranamente. Desde muy pequeña mostró su
inclinación por los libros. Su madre y su maestra de educación inicial fueron
las principales impulsoras de su amor a los libros.. El primer contacto que
tuvo con los textos fue a través de los libros de cuentos clásicos, aquellos de
tapa dura, que le leía su profesora. Cuando aprendió a leer se vinculó con los
diarios pasados que los conductores de los buses dejaban en la tienda de su
padre. Sentía particular atracción por las palabras novedosas; por ello no
dudaba en esconderse debajo del mostrador mientras tomaba nota de las
conversaciones de su padre con los profesores del colegio de su pueblo. Y no
contenta de anotar, buscaba el significado de los términos, y poco a poco no
era extraño oírla hablar a la manera de las personas mayores que admiraba. Así
empezaba el meritorio esfuerzo por alcanzar el dominio y uso apropiado del
idioma castellano, vehículo placentero para plasmar más tarde la producción de
sus obras literarias.
Desde el tercer grado
hasta el quinto grado de educación primaria escribía para el periódico mural de
su centro de estudios, y ya declamaba poemas de César Vallejo. En quinto grado
leyó por primera vez una obra completa; el libro que la conmovió hasta las
lágrimas fue La cabaña del tío Tom,
novela antiesclavista de la escritora norteamericana Harriet Elizabeth
Beecher-Stowe.
Su pueblo añorado se
convirtió en el lugar más hermoso para vivir. No se imaginaba vivir en otro
espacio. Sin embargo, siendo pequeña aún, fue junto con su familia a casa de la
abuela en la provincia de Huacaybamba. Y para llegar a Pampa Grande – la Tierra
Bonita de su primera novela infantil- tenía que caminar 8 o 10 horas, a pie o a
caballo. Esas primeras visitas a la abuela marcarían sus recuerdos que más
adelante se convertirían en trascendentes insumos de su escritura. Leyó en sus
tiernos años a José María Arguedas, Ciro Alegría y Clorinda Matto de Turner. De
esta autora leyó Aves sin nido, cuya
historia fue convertida por Maritza en guion teatral para ser puesta en escena
en una velada literaria. Cabe resaltar que Aves
sin nido, novela que denuncia la realidad social de los pueblos andinos, le
causó honda impresión.
La lectura de
historias de amor de Corin Tellado y la romántica aventura plasmada por Jorge
Isaacs en la novela María, le
abrieron el camino para transitar en el mundo de la literatura.
Motivada por las
obras literarias y su admiración por los poetas y escritores, ingresó al
Instituto Pedagógico de Educación Superior Octavio Matta Contreras de la provincia
de Cutervo (Cajamarca), ciudad a la que arriba por invitación de su hermana
mayor. En la tierra del Ilukán (Cutervo), dios creador de la vida, el Popol Vuh
cajamarquino, Maritza estudia Pedagogía, en la especialidad de Lengua y
Literatura, consolidando así su anhelo de ser maestra. Dirige en dicho Instituto
la revista “Rikchary, en la cual publica su primer poema.
Se inició como
maestra en el colegio Francisco Bolognesi de Lima; luego en el colegio Inca
Manco Cápac (Lima), hasta que por fin fue nombrada como docente del colegio
Antenor Orrego Espinoza de Lima donde labora actualmente.
Ha estudiado Maestría
Internacional de Literatura Infantil-Juvenil en la UNMSM y Universidad Católica
Sede Sapiense. Su maestro Jorge Eslava la estimuló para seguir escribiendo, y
así logra su primera novela titulada Amantes
de papel, en homenaje a la bella e histórica ciudad de Cutervo, tierra que
la acogió generosamente. Dicha novela fue presentada en el año 2013 en la Casa
de La Literatura Peruana.
Maritza Olórtegui ha
participado como ponente en numerosos encuentros, talleres y jornadas literarias, como el
XXXVII Encuentro Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, realizado el año
próximo pasado, en la ciudad de Cajamarca, convocado por la Asociación Peruana
de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ).
Es docente promotora de la lectura; integrante
del movimiento cultural “Capulí, Vallejo y su Tierra”, y es Cofundadora de la
Red de Lectura denominada “La lectura es mi norte”. Asimismo, es autora de
textos escolares como Palabras Mágicas 1 (2005),
Palabras Mágicas 2 (2006), Palabras Mágicas 3 (2007) y Magipalabras 6° (coautora, 2007).
Sus inquietudes
literarias y su entrega magisterial le han granjeado la justa admiración y
gratitud de los pueblos donde ha desempeñado su fecunda y amorosa labor
pedagógica.
En Ocasión del I
Concurso Naional de Novela Infantil y Juvenil “ALTAZOR” 2013” queda como
finalista (2° lugar) con la novela Almendra
y Alondra, ante el idóneo jurado evaluador integrado por Oscar Colchado
Lucio, Arturo Corcuera y Danilo Sánchez Lihón. En el año 2016 publicó su novela
Almendra y Alondra en San Nicolás, con
el sello “Altazor”. En el año 2017 publicó la novela Almendra sin Alondra, bajo un sello independiente.
Escuchemos lo que
ella nos confiesa textualmente: “Si
volviera a nacer, elegiría nuevamente la docencia y la escritura. Mis hijos y
mis estudiantes son mi motor para seguir escribiendo. Ser maestra me ha
permitido ficcionar situaciones que se viven en el ámbito escolar. Los
problemas sociales y familiares, el machismo, la separación de los padres, la
violencia contra la mujer, el silencio y el maltrato psicológico son temas
infaltables de mis novelas. Pero también
no faltan temas como el amor, ese amor bueno que cura y que sana. La literatura
y la docencia se han convertido para mí en la combinación perfecta de mi
realización humana. Las dos se nutren mutuamente. Si ahora soy escritora se lo
debo mucho a mi tierra, a la zona andina de nuestro país. En esta región todo
sabe a poesía, desde los arroyos cantarines hasta la lluvia suave y la brisa
que acaricia.”
Finalmente exalta el
lugar de su nacimiento en estas frases: “No podría haber nacido en otra región;
me siento orgullosa de mis raíces y de lo que habita en ella.”
LOS MÉRITOS LITERARIOS DE MARITZA OLÓRTEGUI
La Academia Peruana
de Literatura Infantil y Juvenil ha elegido a Maritza Olórtegui para sentarse a
nuestro lado en razón de su valiosa obra literaria y su admirable
identificación con los niños y jóvenes del Perú. Su delicadeza espiritual abre
nuevas esperanzas en nuestra institución; frente a quienes caminamos ya en el
otoño de la ida, ella trae para compartir con nosotros el aroma, el calor, la
savia y la vitalidad de una alegre primavera.
Maritza exhibe como
credencial para ocupar un sitial en nuestra honorable corporación las
siguientes obras literarias:
1.
En
el año 2013, Maritza Olórtegui cautivó la atención de críticos literarios y
lectores en general con su bien lograda e impresionante novela romántica
titulada Amantes de papel, bajo el
sello editorial de Ediciones Altazor. Esta obra acogida con admiración por el
público lector, presentada en la Feria Internacional del Libro de Lima, cuenta
con dos ediciones.
Amantes de papel es una novela
romántica, cuya protagonista principal lleva el nombre de Marisel. Costumbres,
tradiciones, personajes típicos, lugares pintorescos, aventuras cotidianas de
ciudad Esperanza, son referidos por la autora con sublime y sentida añoranza,
con entrañable afecto y gratitud.
Ciudad Esperanza es el nombre literario creado por la
autora. En la realidad, dicho lugar es Cutervo, capital de la provincia del
mismo nombre, ubicada a los pies del mítico y emblemático cerro llamado Ilukán,
que quiere decir Cumbre Sagrada, en el departamento de Cajamarca.
Cutervo es, pues, el escenario donde transcurren las
historias de amor; es la ciudad andina a la que tanto quiere y añora Maritza
Olórtegui. Allí la protagonista Marisel vive una serie de aventuras amorosas,
algunas intensas, otras superficiales o pasajeras; y si bien es cierto sus
múltiples relaciones amorosas muestran su ligereza o debilidad para caer en el
juego amoroso, sus variadas experiencias le permiten descubrir e identificar el
verdadero amor: el amor por Adriano.
Junto a los episodios amorosos cabe destacar en la novela
el sentimiento de auténtico corte romántico: el amor por Ciudad Esperanza
(Cutervo).
Es una gran novela de romanticismo dramático. Las
conmovedoras misivas amorosas justifican el título de la obra: Amantes de papel, que viene a constituirse
en un verdadero simbolismo romántico.
La destacada escritora Carmen Ollé vierte su acertado
comentario sobre dicha novela en la siguiente forma:
“En un ambiente bucólico y también citadino, dos
historias de amor se entrelazan; un cerro misterioso y querido, el Ilucán, es
testigo de los sentimientos furtivos de los personajes femeninos, En esta
intensa historia, las luminosas descripciones del campo son el contrapeso del
machismo y la violencia de género que caracterizan algunos pasajes dramáticos.
Sin embargo, las violaciones, las infidelidades y el erotismo descarnado no
pueden velar la nostalgia por el terruño de los actantes, como Oraime y
Marisel, tampoco la admiración por la literatura, en especial por la poesía de
César Vallejo. La presencia del autor de Poemas
humanos se deja sentir, el eco de sus poemas nos envuelve, como el aroma al
café tostado que llega hasta los lectores a través de la sinestesia, recurso
literario que nos traslada hasta Ciudad Esperanza, una pequeña ciudad idílica
del interior. Pero la novela cobra un giro inesperado gracias a un libro que
Sebastián, hijo de Oraime, descubre y publica, para emprender luego una
búsqueda personal con el fin de entender su propia historia y la de sus
verdaderos mentores. En una época en que la narrativa se ha vuelto comercial,
la presente obra, inspirada en la fábula de los amores frustrados y el
desencuentro, revitaliza el panorama de la literatura contemporánea.”
2.
Almendra y Alondra, novela publicada en
el año 2018, bajo el sello de Editorial San Marcos y XIARA Editions narra lo
siguiente:
“Almendra y Alondra, dos pequeñas hermanas que tendrán
que salir de su ciudad, Lima, hacia una remota provincia en los Andes peruanos.
Una es valiente y decidida; y la otra, precavida y temerosa. Juntas enfrentarán
aventuras y situaciones reales y oníricas de forma distinta pero en sintonía. A
estas niñas les tocará vivir una realidad distinta a la suya: Tierra Bonita, un
paraíso andino donde explorarán mundos desconocidos y aprenderán sobre sus
historia familiar y las creencias de los pueblos del Perú.”
En esta obra se advierte habilidad narrativa y
descriptiva de la autora, en estilo sencillo, natural y fluido. Las impresiones
y emociones infantiles dentro de la atmósfera familiar son presentadas con singular
naturalidad y propiedad, mostrando habilidad en la precisa percepción de los detalles y el acontecer
cotidiano. La imaginación creativa se desborda en historias fantásticas,
oníricas, mágicas y misteriosas que se alternan con episodios reales. Podría
decirse que la obra, considerando el conjunto de relatos contenidos en ella, es
una autobiografía novelada, pues se trata de dos niñas gemelas como
protagonistas, y Maritza, la autora, es gemela por nacimiento.
3.
Almendra sin Alondra, edición de la autora,
en el año 2017, es otra novela cautivante por su interés narrativo. Selene Tico
comenta así:
“Almendra y Alondra han retornado a Lima, y la estadía
las traerá muchos cambios. Alondra emprende una largo viaje al extranjero donde
desarrollará su incipiente vocación y conocerá los primeros atisbos del amor.
Mientras tanto, Almendra ya no será más la niña frágil y romántica, pero
mantendrá viva su sensibilidad y empatía. Ambas experimentarán los matices de
la vida: en medio de la ausencia de sus padres, el desarraigo, la amistad y el
amor, crecerán. De la mano de la escritora Maritza Olórtegui, nos reencontramos
en esta novela con las entrañables Almendra y Alondra, ahora adolescentes. Los
ya clásicos personajes de la novelística ancashina vivirán la adolescencia
enfrentando conflictos familiares, el amor y el duelo. “Almendra sin Alondra”
nos confronta con las realidades sociales que convergen en el Perú de hoy,
donde el machismo es inherente a la cotidianidad de las mujeres. Maritza
Olórtegui aborda en un lenguaje sencillo una problemática social latente y su
denuncia nos invita a reflexionar sobre el tema.”
Se destaca ahora en esta obra el protagonismo de Almendra.
Ella se convierte en personaje narrador dentro de la atmósfera dramática de su
familia. Asimismo, se advierte un cambio de personalidad de Almendra, pues se
rebela ante el machismo de su padre y defiende a su madre.
Cabe destacar las bellas y sugerentes ilustraciones
gráficas que adornan el libro. Dicen mucho por sí solas. Renato Chávez Pajares,
el ilustrador, merece una especial felicitación.
Merece también particular mención el personaje María
Emilia, quien aparece como importante protagonista desde el punto de vista
humano y psicológico.
En síntesis, podemos decir que la obra muestra el perfil
humano en su triste y conmovedora arista. Esta novela culmina con un verdadero
colofón romántico: el beso de amor entre Almendra y Fabián.
4.
Almendra y Alondra en
San Nicolás,
en segunda edición del año 2018, bajo el sello de Ediciones Altazor, es otra
novela conmovedora de Maritza Olórtegui. En torno a esta obra se ha dicho:
“La nueva historia de las gemelas Almendra y Alondra
introduce al lector en el mundo de la imaginación, sin desligarse de la escuela
y los primeros escarceos en el amor, así como de lo cotidiano en el entorno
familiar. Esta vez las gemelas viajarán a una ciudad selvática y quedan
sorprendidas por la belleza natural de esa parte del Perú, donde encontrarán la
felicidad que les hará olvidar la profunda tristeza de irse de su primera escuela.
En ese camino han de encontrarse con personajes entrañables que le darán un
giro inesperado a sus vidas. Una lección para los padres, un aprendizaje de la
vida para los chicos; esta nueva entrega de Maritza Olórtegui asegura el
deleite de un viaje aleccionador, elaborado por una narradora que conoce su
propio territorio, genuino, lúdico, mediante esta visión natural y sencilla de
narrar.”
La obra encierra un gran contenido social, educativo,
cultural y familiar. La imagen de la abuela Olvido y de los padres resultan
emblemáticos para enfocar costumbres y prejuicios tradicionales. En boca de
Almendra y su madre, la autora exalta el valor de la lectura y la literatura.
Además, no debemos prescindir del perfil humano de Clavelina, la chica natural
de Limamarca que acompaña a Almendra y Alondra como empleada de la casa.
Esta novela permite descubrir la vocación y talento
literario de Maritza Olórtegui; es una natural y espontánea cuentista;
auténtica narradora de entretenidas historias imaginarias y fantásticas; es una
gran fabuladora. Su estilo original, sencillo y fluido es cautivante Maritza escribe con perspectivas de bellos
horizontes, poniendo debajo de sus palabras experiencias enigmáticas y
realidades oníricas.
Toda obra literaria en la narrativa tiene un final sin
final absoluto, nada acaba o se cierra definitivamente; esta última novela nos
da la impresión de haber sido interrumpida intencionalmente por su autora, “inconclusa”
diríamos; los lectores reclaman que continúen los argumentos novelísticos; por
eso queremos que Maritza siga contándonos nuevas historias.
Digna y honorable concurrencia:
Espero que vuestros aplausos en torno a mi alocución no
sean generosas palmas para halagar mi vanidad, sino vibrantes salvas
victoriosas de bienvenida que celebren el merecido ingreso de Maritza Olórtegui
a la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil.
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