viernes, 29 de marzo de 2019

INCORPORACION DE LA ESCRITORA MARITZA OLORTEGUI

El escritor Roberto Rosario Vidal, Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil coloca el distintivo de la Academia a la escritora Maritza Olórtegui Mariño, nueva integrante de la Academia Peruana de LIJ.

 DISCURSO DE INCORPORACIÓN A LA ACADEMIA PERUANA DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL


Sr. Roberto Rosario Vidal, Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil,.
Sres. Danilo Sánchez Lihón y Félix Huamán Cabrera, Miembros de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil.
Señora Leticia Acuña Zegarra, Directora de la Biblioteca España de las Artes, distinguidos escritores, educadores, colegas, amigos y familiares.
Quiero empezar mi participación agradeciendo a la Academia Peruana de LIJ por aceptar mi incorporación a tan distinguida institución que integra a destacados escritores y estudiosos de la literatura especializada para niños y adolescentes.

 EL PERSONAJE ADOLESCENTE FEMENINO EN LA NARRATIVA PERUANA.
En esta exposición voy a resumir aspectos referidos a la construcción autónoma del personaje adolescente femenino en la narrativa peruana, principalmente en Crónica de San Gabriel de Julio Ramón Ribeyro.

La construcción autónoma del discurso femenino – en la primera novela de Ribeyro – es un producto cultural, vinculada a la concepción ontológica del imaginario femenino. Este constructo es diseñado por los múltiples “discursos androcéntricos” que elaboran su existencia. En Crónica de San Gabriel, el discurso y la sexualidad femenina son elementos simbólicos unidos intrínsecamente a la construcción autónoma del personaje adolescente. Por eso, creemos sin temor a equivocarnos, que la autonomía femenina es una entidad verbal y simbólica, cuya presencia se diseña mediante los múltiples discursos (dominación masculina) que regulan su imaginario. Describiremos cómo estos paradigmas androcéntricos influyen en el imaginario femenino, transformando su axiología. Es decir, un conjunto de explicaciones sobre la construcción cultural de la autonomía femenina del personaje adolescente, que emergen del discurso literario. Asimismo, explicaremos el universo narrativo desde la condición transgresora de la mujer.
1.-Presencia de personajes adolescentes en la narrativa peruana
En la década del 50 surgen escritores que apuntan su mirada hacia el escenario marginal de la gran urbe. Las llamadas invasiones, barriadas o pueblos jóvenes empiezan a tener presencia en los cuentos y novelas de esa época. Pero ya en la década de los 60s, aparecen en nuestra narrativa Crónica de San Gabriel (1960) novela de Julio Ramón Ribeyro; Los Inocentes (1961), de Oswaldo Reynoso; Vestido de luto (1961) de Carlos Eduardo Zavaleta; Los Cachorros (1967) de Mario Vargas Llosa; No una, sino muchas muertes (1969) novela de Enrique Congrains Martin, entre otros; las que presentan a personajes adolescentes en general. Al respecto el escritor Carlos Eduardo Zavaleta[1],  sostenía: “Junto a ese cambio de ambiente analizamos asimismo el mundo juvenil, ya sea descubriendo las sensaciones y aventuras del niño a adolescente, o creando la vertiente especial de la collera o pandilla juvenil. Aquí destacó Reynoso. Los personajes infantiles y adolescentes se hallan en casi todos los autores, fascinados por el misterio inicial de las primeras experiencias y por las pruebas que deben superar los personajes a fin de convertirse en hombres” (Zavaleta, 2006)
Estos escritores se interesan en los personajes de los bajos mundos, rastrean sus penas, angustias y carencias, además, como lo señala Zavaleta, escudriñan la vida interior de los personajes, asimismo en la personalidad de sus héroes y heroínas. Aparecen las mujeres adolescentes como complemento de sus historias arrastrando estilos de vida, evidenciándose los temas como el aborto, las agresiones físicas y verbales, la podredumbre moral en la que tienen que habitar a sus escasos años y ser parte de ella. Se nota que en casi todos los cuentos de Ribeyro sus personajes se enfrentan a la sociedad alta limeña, la marginación por un lado y el deseo de sus personajes de acceder a ese otro estilo de vida y que ven con admiración hasta con frustración porque saben que nunca lograrán habitar ese mundo atractivo para ellos. En Un domingo cualquiera, (1964) las protagonistas son adolescentes, Nelly la chica pobre que esconde su cuerpo entre sus trapos de miseria en la playa, para no seguir sintiéndose menos y en cambio Gabriela, señorita de la alta sociedad, exhibe su anatomía y el color de su piel con arrogancia, haciendo notar que el tono de la piel es una muestra de su condición económica y social. En Interior L, (1953) la protagonista es Paulina, “era una cholita de quince años, baja para su edad, redonda, prieta, con los ojos rasgados y vivos y la nariz aplastada”, es así cómo la describe Ribeyro a esta adolescente nacida en un hogar pobre, cuya madre y hermano habían fallecido de tuberculosis. Paulina asume el rol de ama de casa, obligada a atender a un padre borracho y a hacerse cargo de las actividades cotidianas de su hogar. La adolescente es violada a los catorce años y luego expuesta a la vergüenza por su padre, pero cuando el violador le ofrece dinero para evitar problemas con la justicia, disfruta de esa bonanza económica que es a costa de la dignidad de su hija. Al final perderá a la criatura y su vida se tornará nuevamente gris como si fuese una maldición. Ribeyro rescata a estos personajes marginales, humillados y olvidados que se encuentra a lo largo de su cuentística; sin embargo, en Crónica de San Gabriel, su primera novela, escrita a comienzos de 1956 en Munich, Alemania, publicada en Lima en 1960 y con la que obtuvo el Premio Nacional de Novela, el escenario no es la ciudad sino el campo, los personajes protagónicos son adolescentes. Respecto a esta novela, dice el mismo Ribeyro, “Abrí entonces un cuaderno y empecé a escribir lo primero que me vino a la cabeza, el recuerdo de las vacaciones que pasé en una hacienda andina cuando tenía catorce o quince años” (Crónica de San Gabriel, p.5). Los protagonistas de esta novela son Lucho y Leticia, ambos de 15 años. Lucho un muchacho huérfano que vive con sus tíos en Lima, es llevado a visitar una hacienda de propiedad de Leonardo, hermano de su tío Felipe, a una sierra norteña, una vieja hacienda que sucumbe en el ocaso. El protagonista relatará desde su mirada estilos de vida y costumbres de una realidad que para él es completamente desconocida; y será también desde su mirada que se conocerá a Leticia, joven quinceañera víctima de la violencia familiar, con muchos conflictos para asumir su adolescencia, por lo tanto, impedida para construir una autonomía verdadera.  
De nuestra parte, centrándose en Julio Ramón Ribeyro se puede asegurar, que es en Crónica de San Gabriel donde el autor crea a un personaje adolescente femenino, con mayor fortuna en el plano material, quien por ser hija de hacendados no vive la miseria de los otros personajes adolescentes femeninos. Si bien la hacienda está perdiendo su majestuosidad aún les queda el status y Leticia vive ese mundo falso e hipócrita de una manera irresponsable, excluyéndose de aquella decadencia y casi ignorando lo que sucede a su alrededor.
Dados estos aspectos observados, parece enriquecedor analizarlos desde la perspectiva femenina adolescente, centrándose básicamente en Leticia, personaje importante de esta novela, que aún no ha sido de interés profundo para los estudiosos; considerando, además, que el propio Ribeyro expresa en su prólogo[2] “… de lo dicho por algunos críticos tratándose del personaje femenino adolescente: “… la descripción novelada de un caso clínico de histeria” (Ribeyro 2001: 5).
2.- Lo Femenino como Discurso Autónomo
El célebre pensador Jacques Lacan (1971) sostuvo, en una de sus polémicas conferencias, que “la mujer no existe”. Este enunciado no expresa un arrebato de machismo, sino la impronta de la historia de Occidente respecto a la concepción ontológica de lo femenino. Para Lacan, no existiría el “imaginario femenino”, es decir un conjunto de esquemas mentales e ideológicos, propios e indivisibles, de la mujer; capaces de instaurar un discurso autónomo y libre de las políticas coercitivas del discurso androcéntrico. Esto es el resultado de la dominación masculina sobre el discurso femenino, el cual ha sido elaborado por estructuras paternalistas (familia, educación, matrimonio, etc.), que han manipulado – por cientos de años – al género femenino.
Uno de los aportes más significativos de los Estudios de Género – de las últimas décadas – es la noción performativa del género y la sexualidad (Butler). Estas categorías no son entidades biológicas, sino constructos culturales diseñados, eminentemente, por esquemas androcéntricos. Es decir, el género - como producto biológico – es debatible, pues es una creación coercitiva del falocentrismo. “En consecuencia, cuando una mujer escribe o habla para afirmar su existencia, estaría forzada a hablar en una lengua extranjera; una lengua hostil y esclavizante” (Burke 1978: 884). Como sostiene, también, Carlos Duque (2010: 85) sobre la Teoría de la performatividad del género:
“Así, para esta teoría, la orientación sexual, la identidad sexual y la expresión de género, son el resultado de una construcción - producción social, histórica y cultural, y por lo tanto no existen papeles sexuales o roles de género, esencial o biológicamente inscritos en la naturaleza humana”.
El género femenino carece de una concepción ontológica fuera de los actos lingüísticos que lo constituyen. Desde esta óptica, la mujer sería un efecto de las repeticiones lingüísticas creadas por el discurso androcéntrico. Enunciados como “hija de”, “madre de” o “esposa de”; han servido para crear formas reguladoras de la imagen simbólica de la mujer. Esta se constituye siempre – en la historia de Occidente – mediante la presencia masculina. Asistimos, pues, a un discurso autoritario y hegemónico, el cual impone su “lenguaje” al discurso femenino. La mujer buscará, entonces, una identidad propia, un discurso autónomo; en oposición al discurso falocéntrico. Como sostiene Simone Beauvoir (2010: 57):
“No se nace mujer: llega uno a serlo. Ningún destino biológico, físico o económico define la figura que reviste en el seno de la sociedad la hembra humana; la civilización en conjunto es quien elabora este producto intermedio entre el macho y el castrado al que se califica como femenino. Sólo la mediación de un ajeno puede construir a un individuo en un otro”.
¿Cómo elaborar un discurso autónomo femenino? ¿Cómo enfrentarse a los cánones impuestos por la dominación masculina? La mujer – por cientos de años – ha construido su identidad a través de paradigmas que le son ajenos, los cuales han diseñado “políticas” coercitivas para controlar la sexualidad femenina. “Ser mujer” significa – en la sociedad moderna – vivir y actuar dentro de una lógica masculina; obedecer sus principios y esquemas como si fueran propias. No olvidemos “que, cuando se trata de las mujeres, es, como ya se ha visto, ser percibido, y percibido por la mirada masculina o por una mirada habitada por las categorías masculinas” (Bourdieu 2000: 72). En pocas palabras, el mundo moderno actúa desde los preceptos – hegemónicos – de la visión masculina. Como sostiene Ortiz Aguirre (2010:115): “Esto nos habla de una concepción de mundo desde o masculino, bajo la cual las identidades genéricas son troqueladas: se es varón o mujer dentro de una lógica masculina. Ambos papeles genéricos están insertos en lo masculino”. La mujer, entonces, tiene dos caminos antagónicos: la aceptación o la subversión del discurso androcéntrico.
A través de su cuerpo – constructo cultural y lingüístico – las mujeres elaboran su propia identidad para personificar el sujeto de la diferencia, el cual establece formas autónomas de identificación. Así, la mujer subvierte el orden establecido de los varones. Ella busca un espacio propio, donde encuentre una autonomía plena, explore – sin restricciones – su feminidad, sus placeres y su lenguaje.
La autonomía femenina se gesta como discurso propio a mediados del siglo XX. Es decir, el imaginario femenino promueve su identidad transgrediendo los patrones ideológicos de la lógica androcéntrica. Surge, entonces, voces de la Teoría feminista, las cuales intentan instaurar nuevos paradigmas – sociales y culturales – que expresen autodeterminación en el discurso femenino.
3.- Construcción autónoma del personaje adolescente femenino en Crónica de San Gabriel
En el presente segmento, abordaremos la construcción autónoma del personaje femenino adolescente en Crónica de San Gabriel (CSG). Esta novela – la primera de Ribeyro – explora las vicisitudes traumáticas de la adolescencia frente a un mundo hostil y hermético: la adultez. Analizaremos, especialmente, el desarrollo – simbólico y social – de la construcción autónoma del personaje femenino. Dicha construcción implica la presencia de fuerzas externas, las cuales niegan o posibilitan la ejecución de la misma. Como sostiene Octavio Paz: “La adolescencia es ruptura con el mundo infantil y momento de pausa ante el universo de los adultos” (Paz 1984: 183). Para ello, iniciaremos nuestra investigación desde el “proceso formativo” de una adolescente, que cuestiona los ideales de una sociedad conservadora y paternalista. Luego, exploraremos cómo la actitud libérrima de esta adolescente se enfrenta a la dominación masculina en CSG. Finalmente, nuestra investigación nos conducirá a la construcción autónoma del personaje femenino adolescente en dicha novela.
La construcción de la autonomía femenina en Leticia se manifiesta a partir de una fuerza deseante inconstante. Foucault (1984: 124) que esta se “organiza mediante un juego de represiones y permisiones”. Leticia crece y se fortalece dentro de un mundo paternalista, adquiriendo esquemas clasistas y códigos masculinos. El mundo paternalista en Crónica de San Gabriel crea mecanismos de poder, los cuales coactan el libre desarrollo del yo femenino en Leticia. Uno de esos mecanismos de poder es la construcción patriarcal de la familia, institución jerarquizada, donde se prodiga “el bienestar inmanente de sus integrantes” o la solución pragmática a sus problemas. Leticia desea adquirir, a lo largo de la novela, una identidad plena, que le permita autoafirmarse como una mujer libre y autónoma. En clara oposición a los discursos paternalistas, que lo único que buscan es reducir al máximo el logos femenino.
Hemos dicho que el microcosmos de la novela, gira en torno a esquemas paternalistas, los cuales poseen un discurso hegemónico. Esta perspectiva axiológica modula el comportamiento y la personalidad de los integrantes de la hacienda de San Gabriel. Uno de esos esquemas axiológicos es el machismo; el cual denigra y humilla la construcción imaginaria de la femineidad. Una de las voces representativas del machismo recae en Felipe, quien percibe el rol de las mujeres, únicamente como objetos de satisfacción sexual. Para él, no existe un discurso imaginario femenino, pues carecería de rigor ético y de autoridad moral: “No creas nunca en la honestidad de las mujeres. ¿Sabes que no hay mujer honrada sino mal seducida? Todas, óyelo bien, todas son en el fondo igualmente corrompidas” (CSG: 9). Este deseo construye el imaginario cultural de su oficio, reivindica su masculinidad, mediante su eficacia sexual. Esta aseveración de Felipe reafirma su condición hegemónica sobre sus amantes.
Esther Díaz (1999: 139) sostiene que todo mecanismo de poder trata de alinear a los individuos, controlando sus pensamientos o deseos, para así poder tener un dominio sobre ellos. “Que el deseo es codificado por el poder significa que quienes ejercen un poder buscar “interpretar” el deseo de aquellos sobre los que ejercen hegemonía”. Uno de esos conflictos de poder es el matrimonio impuesto a Leticia, con fines claramente económicos. A su vez, existe en la novela ciertos mecanismos de poder que fomentan y legitiman a un determinado grupo social.
Las reglas de oposición entre los personajes están marcadas por un eje que coloca en dos bandos contrarios a los personajes: lo masculino (dominación) y lo femenino (seducción). Por un lado, está el personaje que representa la dominación masculina, Felipe, que, desde las primeras líneas, trata de legitimar su acción; otorgándole un estatus social: “Las mujeres son como las frutas del árbol. Quiero decir que sólo caen en tus manos las maduras. Las otras, hay que estirar los brazos y arrancarlas” (CSG: 73). No solo legitima su oficio, sino su poderío sexual, en desmedro de lo femenino. La construcción masculina de este personaje se asocia a la conducción del placer, a la administración eficaz del deseo. En cambio, los personajes femeninos se oponen a la hegemonía del seductor porque son – según el imaginario masculino – “deshonradas, inmaduras o insatisfechas de amor”. Estos adjetivos expresan pasividad o debilidad en la construcción de la sexualidad femenina, por parte de Felipe. Es decir, en Crónica de San Gabriel existe una notoria pugna de género en la construcción del imaginario de la sexualidad.

La única mujer que se enfrenta – en CSG – a los parámetros e ideales de la dominación masculina es Leticia. Con su personalidad inestable, libérrima y transgresora desafía el discurso androcéntrico presente en la novela. Esto se produce, principalmente, por su lenguaje y su sexualidad; los cuales se oponen a los esquemas paternalistas. La sexualidad – en Leticia – es un producto cultural, vinculada a la concepción ontológica del cuerpo. Este constructo es diseñado por los múltiples “discursos sexuales” que elaboran su existencia. Por eso, creemos sin temor a equivocarnos, que la sexualidad es una entidad verbal y simbólica, cuya presencia se diseña mediante los múltiples discursos que regulan su imaginario. Es una construcción simbólica que irradia una dimensión axiológica, la cual establece un conjunto de valores que ordena la existencia del mundo. La representación simbólica de la sexualidad carece de un solo sentido, es polivalente y contradictoria, porque depende de la multiplicidad de discursos que la edifican. “De ahí la miríada de representaciones que buscan darle un sentido y su carácter heteróclito, insólito, contradictorio, de una sociedad a otra” (Le Bretón 2002: 14).
Leticia – personaje adolescente – construye su propia sexualidad sobre los resquicios de la dominación masculina. Es decir, su sexualidad le permite edificar una autopercepción, individual y colectiva, de su feminidad. Esto no es solo un mecanismo de defensa, sino la realización de una identidad autónoma. “Estaba en tal forma habituado a la imagen de Leticia en pantalones, que, al verla ceñida en un vestido rojo, sobre los altos tacones, el cabello suspendido con gracia sobre la nuca, quedé confundido por su apariencia” (CSG: 25). Esta conducta libérrima se opone a los valores conservadores del narrador, el cual se sorprende por la autonomía de su prima. Como sostiene Norma Fuller (1998: 65): “Su perfil se delinea por oposición a las normas tradicionales, a la jerarquía de géneros y por reafirmar su sexualidad. La moderna reclama para sí la afirmación de su independencia respecto a la tiranía del “qué dirán” y la recuperación de su sexualidad”.
La construcción autónoma del personaje femenino en Crónica de San Gabriel – especialmente en Leticia – se realiza mediante la participación activa del cuerpo como espacio de autoconciencia, capaz de generar lenguajes contrarios al discurso androcéntrico de la hacienda. El cuerpo es una construcción simbólica, donde su totalidad domina el orden social de las cosas. Lo corporal posee un contenido sémico, el cual brinda un significado óntico a la vida. Es un espacio vital, donde los seres se reconocen y autoafirman como participes de su propia existencia.
La construcción de la identidad – en Leticia – consiste en apropiarse de un rasgo individual y único, que la excluya de la dominación masculina. Esta característica propia la aleja de la sumisión e instaura modelos que se oponen a los mecanismos de poder (sociedad, familia y matrimonio) de las relaciones paternalistas. Desde esta condición, su vida se convierte en juego de represiones y regulaciones, porque sostiene un conflicto con la sociedad patriarcal. Como afirma Toril Moi (1995: 97): “A las mujeres se les niega el derecho de crear sus propias imágenes de feminidad, y se ven, en cambio, obligadas a conformarse con los modelos machistas que se les imponen”.
En CSG, el personaje epígono de la autonomía femenina es – sin ninguna duda – Leticia. Ella se enfrenta, con sus arrebatos adolescentes, a los paradigmas existentes en la hacienda San Gabriel. Asistimos, pues, a la construcción autónoma del imaginario femenino, que transgrede y subvierte los cánones establecidos en una sociedad androcéntrica. Leticia adquiere conductas propias, las cuales modelan su personalidad, caótica y violenta, en desmedro del orden masculino. Incorpora estrategias culturales (sexualidad y erotismo) para poder acceder a un mundo que le es ajeno: “Leticia lo hacía con una gracia irresistible, al punto que los hombres se disputaban por bailar con ella” (CSG: 27). Es decir, Leticia muestra una actitud rebelde a través de su sexualidad. Como sostiene Norma Fuller (1998: 65), respecto de la autonomía femenina:
Leticia, en esencia, busca un cambio, es decir, adquirir nuevos paradigmas que le sean suyos; cambios que le permitan construir una autonomía plena, las cuales transgredan las normas establecidas. Ser mujer es, para ella, adquirir una identidad única e irreprochable, capaz de subvertir los ideales masculinos. Por eso, al pintarse “el lunar” transgrede las normas del discurso androcéntrico. Además, no le interesa la duración de ese arrebato lúdico, sino la satisfacción de sentirse una mujer autónoma. Como la misma Leticia lo expresa: “Pero ya es tiempo de cambiar, ¿tú no lo crees? De ahora en adelante voy a cambiar. Me aburro de ser siempre igual… Fíjate, me voy a pintar un lunar” (CSG: 107). Es acaso, también, la despedida de la prístina adolescencia a la pronta madurez conflictiva y despiadada.
Asistimos, pues, a la construcción autónoma del personaje adolescente femenino – esencialmente en Leticia – en Crónica de San Gabriel. Ella construye una autopercepción, unívoca y auténtica, del imaginario femenino, el cual transgrede los paradigmas establecidos del discurso androcéntrico. No olvidemos, que, a lo largo de la novela, ella se enfrenta al poder de los “otros” para establecer un poder autónomo femenino, lejos de los moldes de la sociedad patriarcal. A su vez, esta construcción autónoma se desarrolla mediante mecanismos y constructos, propiamente femeninos, los cuales entran en conflicto con la dominación masculina. El cuerpo y la sexualidad – constructos culturales – establecen la identidad del género femenino, el cual polemiza y transgrede al orden masculino.
Sin embargo, surge una interrogante pertinaz ¿Es la autonomía femenina una realización plena del poder femenino en CSG? Me temo que no. La autonomía en Leticia se produce, pero es efímera; dura lo que permanece el lunar en su mejilla. Esta simbología ribeyriana se deja avasallar por las estructuras sociales de la lógica masculina. Con el borramiento del “lunar ficticio” la transgresión femenina desaparece, la actitud rebelde de Leticia es aniquilada por las fuerzas dominantes del discurso androcéntrico. Como observa el propio narrador: “Leticia, después de recibirlo, tiró la puerta con tal violencia que estuvo a punto de reventarme los dedos. Sólo en el momento de retirarme a mi cuarto me di cuenta de un detalle: de la mejilla de Leticia había desaparecido el lunar” (CSG: 135).
Surge, entonces, la crisis existencial; la inexorable aceptación de vivir esclavizada por ideales obtusos, prejuiciosos y machistas, los cuales convierten los ideales femeninos en una resignación patética: “Si sólo diera un paso, si me empujara el viento…” (CSG: 197). En Crónica de San Gabriel, se produce una transgresión relativa y efímera; ocasionada por una jovencita que vive al margen de los centros de poder. Aunque desafía el orden establecido, subyace a la dominación de este.  Leticia asiste, pues, a la tentación de un fracaso como mujer transgresora.    

CONCLUSIONES
1.    En Crónica de San Gabriel, primera novela de Julio Ramón Ribeyro, encontramos la construcción autónoma del personaje adolescente femenino, el cual transgrede los paradigmas, sociales y culturales, de la dominación masculina. Entendida esta como los esquemas mentales, políticos y sociales, que ejercen autoridad discursiva sobre los hombres y las mujeres. La construcción autónoma del personaje femenino se enfrenta – mediante diversas estrategias discursivas y culturales – al orden masculino y a sus mecanismos de poder. Estos discursos de poder intentan manipular el logos femenino.
2.- Se confirma que la construcción autónoma del personaje adolescente femenino se produce en CSG, mediante diversos constructos culturales (el cuerpo, el erotismo, la sexualidad), los cuales fracturan el logos androcéntrico. Así, se elabora una autonomía femenina transgresora que promueve la autopercepción del imaginario femenino, la cual instaura un discurso en contra del orden masculino.
3.- Se constata en CSG, la preeminencia de un universo adolescente femenino que ejerce su identidad plena sobre los valores decadentes de una sociedad patriarcal. El personaje femenino adolescente – principalmente Leticia – se opone a los esquemas paternalistas que coactan su realización personal. Esta presencia femenina tiene como objetivo principal la determinación de un discurso propio, el cual contribuya a la creación de un imaginario femenino que reclama autonomía en un mundo ajeno.
BIBLIOGRAFÍA
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BUTLER, Judith (2002). Cuerpos que importan: Sobre los límites materiales y discursivos del sexo. Argentina: Paidós.
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FOUCAULT, Michel (1980). Microfísica del poder. Madrid: La Piqueta.
FULLER, Norma (1998). Dilemas de la femineidad. Mujeres de clase media en el Perú. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú. Fondo Editorial
HIGGINS, James (1991). “Cambio social y constantes humanas: La narrativa de Julio Ramón Ribeyro”, Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú.
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LE BRETON, David (2002). La sociología del cuerpo. Buenos Aires: Nueva Visión.
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RIBEYRO, Julio Ramón (2001).  Crónica de San Gabriel. Lima: PEISA,
------------------------------- (1980). La palabra del mudo. 1ra edición. Lima: Editorial Milla Batres.
__________________
[1] Zavaleta, Carlos E. Narradores  peruanos de los 50’s. Estudio y antología. I.N.C, 2006
[2] Las citas textuales pertenecen a Crónica de San Gabriel (CSG). PEISA. 2001

 
   

DISCURSO DE RECEPCIÓN A LA ESCRITORA GLADYS MARITZA OLÓRTEGUI MARIÑO, EN LA ACADEMIA PERUANA DE LITERATURA INFANTIL Y JUVENIL, POR EL ESCRITOR LUZMÁN SALAS SALAS
(Leído por el escritor Félix Huamán Cabrera)

Doctor Roberto Rosario Vidal, Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil.
Honorables miembros de la Academia.
Respetables integrantes de la Mesa de Honor.
Distinguida escritora Gladys Maritza Olórtegui Mariño.
Insignes poetas y escritores.
Destacadas personalidades.
Estimados familiares de la escritora  Maritza Olórtegui Mariño.
Apreciados  amigos y amigas.
En esta noche solemne palpita en nuestros corazones la emoción fraterna al recibir merecidamente en el seno de la Academia Peruana de la Literatura Infantil y Juvenil a la reconocida escritora Gladys Maritza Olórtegui Mariño, ante un auditorio tan respetable.
Maritza Olórtegui ha sido llamada a ocupar meritoriamente una silla de número en nuestra honorable institución. Su presencia permitirá no solo aumentar el caudal de las aguas académicas, sino provocará agitarlas para convertir a nuestra corporación en templo y taller de grandes realizaciones culturales, procurando unir los hechos con nuestras palabras.
Al presentarla, permítanme  exponer algunos hitos de su ciclo vital.
Nació en el apacible y pintoresco distrito de Chingas, provincia de Antonio Raimondi, en Ancash, el 20 de agosto de 1970. Un impulso natural cual signo premonitorio la apremiaba para salir cuanto antes del vientre de su madre. Sus vivaces pupilas ansiaban ver la luz de este mundo y se inquietaban por contemplar las maravillas de la creación divina. Nació minutos después de que su hermana gemela lo hiciera.  Sus padres Magno Olórtegui Vásquez y Rosalía Mariño Balabarca celebraban alborozados dicho alumbramiento.
Su pasión de incansable lectora se anunciaba tempranamente. Desde muy pequeña mostró su inclinación por los libros. Su madre y su maestra de educación inicial fueron las principales impulsoras de su amor a los libros.. El primer contacto que tuvo con los textos fue a través de los libros de cuentos clásicos, aquellos de tapa dura, que le leía su profesora. Cuando aprendió a leer se vinculó con los diarios pasados que los conductores de los buses dejaban en la tienda de su padre. Sentía particular atracción por las palabras novedosas; por ello no dudaba en esconderse debajo del mostrador mientras tomaba nota de las conversaciones de su padre con los profesores del colegio de su pueblo. Y no contenta de anotar, buscaba el significado de los términos, y poco a poco no era extraño oírla hablar a la manera de las personas mayores que admiraba. Así empezaba el meritorio esfuerzo por alcanzar el dominio y uso apropiado del idioma castellano, vehículo placentero para plasmar más tarde la producción de sus obras literarias.
Desde el tercer grado hasta el quinto grado de educación primaria escribía para el periódico mural de su centro de estudios, y ya declamaba poemas de César Vallejo. En quinto grado leyó por primera vez una obra completa; el libro que la conmovió hasta las lágrimas fue La cabaña del tío Tom, novela antiesclavista de la escritora norteamericana Harriet Elizabeth Beecher-Stowe.
Su pueblo añorado se convirtió en el lugar más hermoso para vivir. No se imaginaba vivir en otro espacio. Sin embargo, siendo pequeña aún, fue junto con su familia a casa de la abuela en la provincia de Huacaybamba. Y para llegar a Pampa Grande – la Tierra Bonita de su primera novela infantil- tenía que caminar 8 o 10 horas, a pie o a caballo. Esas primeras visitas a la abuela marcarían sus recuerdos que más adelante se convertirían en trascendentes insumos de su escritura. Leyó en sus tiernos años a José María Arguedas, Ciro Alegría y Clorinda Matto de Turner. De esta autora leyó Aves sin nido, cuya historia fue convertida por Maritza en guion teatral para ser puesta en escena en una velada literaria. Cabe resaltar que Aves sin nido, novela que denuncia la realidad social de los pueblos andinos, le causó honda impresión.
La lectura de historias de amor de Corin Tellado y la romántica aventura plasmada por Jorge Isaacs en la novela María, le abrieron el camino para transitar en el mundo de la literatura.
Motivada por las obras literarias y su admiración por los poetas y escritores, ingresó al Instituto Pedagógico de Educación Superior Octavio Matta Contreras de la provincia de Cutervo (Cajamarca), ciudad a la que arriba por invitación de su hermana mayor. En la tierra del Ilukán (Cutervo), dios creador de la vida, el Popol Vuh cajamarquino, Maritza estudia Pedagogía, en la especialidad de Lengua y Literatura, consolidando así su anhelo de ser maestra. Dirige en dicho Instituto la revista “Rikchary, en la cual publica su primer poema.
Se inició como maestra en el colegio Francisco Bolognesi de Lima; luego en el colegio Inca Manco Cápac (Lima), hasta que por fin fue nombrada como docente del colegio Antenor Orrego Espinoza de Lima donde labora actualmente.
Ha estudiado Maestría Internacional de Literatura Infantil-Juvenil en la UNMSM y Universidad Católica Sede Sapiense. Su maestro Jorge Eslava la estimuló para seguir escribiendo, y así logra su primera novela titulada Amantes de papel, en homenaje a la bella e histórica ciudad de Cutervo, tierra que la acogió generosamente. Dicha novela fue presentada en el año 2013 en la Casa de La Literatura Peruana.
Maritza Olórtegui ha participado como ponente en numerosos encuentros,  talleres y jornadas literarias, como el XXXVII Encuentro Nacional de Literatura Infantil y Juvenil, realizado el año próximo pasado, en la ciudad de Cajamarca, convocado por la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ).
 Es docente promotora de la lectura; integrante del movimiento cultural “Capulí, Vallejo y su Tierra”, y es Cofundadora de la Red de Lectura denominada “La lectura es mi norte”. Asimismo, es autora de textos escolares como Palabras Mágicas 1 (2005), Palabras Mágicas 2 (2006), Palabras Mágicas 3 (2007) y Magipalabras 6° (coautora, 2007).
Sus inquietudes literarias y su entrega magisterial le han granjeado la justa admiración y gratitud de los pueblos donde ha desempeñado su fecunda y amorosa labor pedagógica.
En Ocasión del I Concurso Naional de Novela Infantil y Juvenil “ALTAZOR” 2013” queda como finalista (2° lugar) con la novela Almendra y Alondra, ante el idóneo jurado evaluador integrado por Oscar Colchado Lucio, Arturo Corcuera y Danilo Sánchez Lihón. En el año 2016 publicó su novela Almendra y Alondra en San Nicolás, con el sello “Altazor”. En el año 2017 publicó la novela Almendra sin Alondra, bajo un sello independiente.
Escuchemos lo que ella nos confiesa  textualmente: “Si volviera a nacer, elegiría nuevamente la docencia y la escritura. Mis hijos y mis estudiantes son mi motor para seguir escribiendo. Ser maestra me ha permitido ficcionar situaciones que se viven en el ámbito escolar. Los problemas sociales y familiares, el machismo, la separación de los padres, la violencia contra la mujer, el silencio y el maltrato psicológico son temas infaltables  de mis novelas. Pero también no faltan temas como el amor, ese amor bueno que cura y que sana. La literatura y la docencia se han convertido para mí en la combinación perfecta de mi realización humana. Las dos se nutren mutuamente. Si ahora soy escritora se lo debo mucho a mi tierra, a la zona andina de nuestro país. En esta región todo sabe a poesía, desde los arroyos cantarines hasta la lluvia suave y la brisa que acaricia.”
Finalmente exalta el lugar de su nacimiento en estas frases: “No podría haber nacido en otra región; me siento orgullosa de mis raíces y de lo que habita en ella.”
LOS MÉRITOS LITERARIOS DE MARITZA OLÓRTEGUI
La Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil ha elegido a Maritza Olórtegui para sentarse a nuestro lado en razón de su valiosa obra literaria y su admirable identificación con los niños y jóvenes del Perú. Su delicadeza espiritual abre nuevas esperanzas en nuestra institución; frente a quienes caminamos ya en el otoño de la ida, ella trae para compartir con nosotros el aroma, el calor, la savia y la vitalidad de una alegre primavera.
Maritza exhibe como credencial para ocupar un sitial en nuestra honorable corporación las siguientes obras literarias:
1.               En el año 2013, Maritza Olórtegui cautivó la atención de críticos literarios y lectores en general con su bien lograda e impresionante novela romántica titulada Amantes de papel, bajo el sello editorial de Ediciones Altazor. Esta obra acogida con admiración por el público lector, presentada en la Feria Internacional del Libro de Lima, cuenta con dos ediciones.
Amantes de papel es una novela romántica, cuya protagonista principal lleva el nombre de Marisel. Costumbres, tradiciones, personajes típicos, lugares pintorescos, aventuras cotidianas de ciudad Esperanza, son referidos por la autora con sublime y sentida añoranza, con entrañable afecto y gratitud.
Ciudad Esperanza es el nombre literario creado por la autora. En la realidad, dicho lugar es Cutervo, capital de la provincia del mismo nombre, ubicada a los pies del mítico y emblemático cerro llamado Ilukán, que quiere decir Cumbre Sagrada, en el departamento de Cajamarca.
Cutervo es, pues, el escenario donde transcurren las historias de amor; es la ciudad andina a la que tanto quiere y añora Maritza Olórtegui. Allí la protagonista Marisel vive una serie de aventuras amorosas, algunas intensas, otras superficiales o pasajeras; y si bien es cierto sus múltiples relaciones amorosas muestran su ligereza o debilidad para caer en el juego amoroso, sus variadas experiencias le permiten descubrir e identificar el verdadero amor: el amor por Adriano.
Junto a los episodios amorosos cabe destacar en la novela el sentimiento de auténtico corte romántico: el amor por Ciudad Esperanza (Cutervo).
Es una gran novela de romanticismo dramático. Las conmovedoras misivas amorosas justifican el título de la obra: Amantes de papel, que viene a constituirse en un verdadero simbolismo romántico.
La destacada escritora Carmen Ollé vierte su acertado comentario sobre dicha novela en la siguiente forma:
“En un ambiente bucólico y también citadino, dos historias de amor se entrelazan; un cerro misterioso y querido, el Ilucán, es testigo de los sentimientos furtivos de los personajes femeninos, En esta intensa historia, las luminosas descripciones del campo son el contrapeso del machismo y la violencia de género que caracterizan algunos pasajes dramáticos. Sin embargo, las violaciones, las infidelidades y el erotismo descarnado no pueden velar la nostalgia por el terruño de los actantes, como Oraime y Marisel, tampoco la admiración por la literatura, en especial por la poesía de César Vallejo. La presencia del autor de Poemas humanos se deja sentir, el eco de sus poemas nos envuelve, como el aroma al café tostado que llega hasta los lectores a través de la sinestesia, recurso literario que nos traslada hasta Ciudad Esperanza, una pequeña ciudad idílica del interior. Pero la novela cobra un giro inesperado gracias a un libro que Sebastián, hijo de Oraime, descubre y publica, para emprender luego una búsqueda personal con el fin de entender su propia historia y la de sus verdaderos mentores. En una época en que la narrativa se ha vuelto comercial, la presente obra, inspirada en la fábula de los amores frustrados y el desencuentro, revitaliza el panorama de la literatura contemporánea.”

2.               Almendra y Alondra, novela publicada en el año 2018, bajo el sello de Editorial San Marcos y XIARA Editions narra lo siguiente:
“Almendra y Alondra, dos pequeñas hermanas que tendrán que salir de su ciudad, Lima, hacia una remota provincia en los Andes peruanos. Una es valiente y decidida; y la otra, precavida y temerosa. Juntas enfrentarán aventuras y situaciones reales y oníricas de forma distinta pero en sintonía. A estas niñas les tocará vivir una realidad distinta a la suya: Tierra Bonita, un paraíso andino donde explorarán mundos desconocidos y aprenderán sobre sus historia familiar y las creencias de los pueblos del Perú.”

En esta obra se advierte habilidad narrativa y descriptiva de la autora, en estilo sencillo, natural y fluido. Las impresiones y emociones infantiles dentro de la atmósfera familiar son presentadas con singular naturalidad y propiedad, mostrando habilidad en la precisa  percepción de los detalles y el acontecer cotidiano. La imaginación creativa se desborda en historias fantásticas, oníricas, mágicas y misteriosas que se alternan con episodios reales. Podría decirse que la obra, considerando el conjunto de relatos contenidos en ella, es una autobiografía novelada, pues se trata de dos niñas gemelas como protagonistas, y Maritza, la autora, es gemela por nacimiento.

3.    Almendra sin Alondra, edición de la autora, en el año 2017, es otra novela cautivante por su interés narrativo. Selene Tico comenta así:
“Almendra y Alondra han retornado a Lima, y la estadía las traerá muchos cambios. Alondra emprende una largo viaje al extranjero donde desarrollará su incipiente vocación y conocerá los primeros atisbos del amor. Mientras tanto, Almendra ya no será más la niña frágil y romántica, pero mantendrá viva su sensibilidad y empatía. Ambas experimentarán los matices de la vida: en medio de la ausencia de sus padres, el desarraigo, la amistad y el amor, crecerán. De la mano de la escritora Maritza Olórtegui, nos reencontramos en esta novela con las entrañables Almendra y Alondra, ahora adolescentes. Los ya clásicos personajes de la novelística ancashina vivirán la adolescencia enfrentando conflictos familiares, el amor y el duelo. “Almendra sin Alondra” nos confronta con las realidades sociales que convergen en el Perú de hoy, donde el machismo es inherente a la cotidianidad de las mujeres. Maritza Olórtegui aborda en un lenguaje sencillo una problemática social latente y su denuncia nos invita a reflexionar sobre el tema.”

Se destaca ahora en esta obra el protagonismo de Almendra. Ella se convierte en personaje narrador dentro de la atmósfera dramática de su familia. Asimismo, se advierte un cambio de personalidad de Almendra, pues se rebela ante el machismo de su padre y defiende a su madre.
Cabe destacar las bellas y sugerentes ilustraciones gráficas que adornan el libro. Dicen mucho por sí solas. Renato Chávez Pajares, el ilustrador, merece una especial felicitación.
Merece también particular mención el personaje María Emilia, quien aparece como importante protagonista desde el punto de vista humano y psicológico.
En síntesis, podemos decir que la obra muestra el perfil humano en su triste y conmovedora arista. Esta novela culmina con un verdadero colofón romántico: el beso de amor entre Almendra y Fabián.

4.               Almendra y Alondra en San Nicolás, en segunda edición del año 2018, bajo el sello de Ediciones Altazor, es otra novela conmovedora de Maritza Olórtegui. En torno a esta obra se ha dicho:
“La nueva historia de las gemelas Almendra y Alondra introduce al lector en el mundo de la imaginación, sin desligarse de la escuela y los primeros escarceos en el amor, así como de lo cotidiano en el entorno familiar. Esta vez las gemelas viajarán a una ciudad selvática y quedan sorprendidas por la belleza natural de esa parte del Perú, donde encontrarán la felicidad que les hará olvidar la profunda tristeza de irse de su primera escuela. En ese camino han de encontrarse con personajes entrañables que le darán un giro inesperado a sus vidas. Una lección para los padres, un aprendizaje de la vida para los chicos; esta nueva entrega de Maritza Olórtegui asegura el deleite de un viaje aleccionador, elaborado por una narradora que conoce su propio territorio, genuino, lúdico, mediante esta visión natural y sencilla de narrar.”

La obra encierra un gran contenido social, educativo, cultural y familiar. La imagen de la abuela Olvido y de los padres resultan emblemáticos para enfocar costumbres y prejuicios tradicionales. En boca de Almendra y su madre, la autora exalta el valor de la lectura y la literatura. Además, no debemos prescindir del perfil humano de Clavelina, la chica natural de Limamarca que acompaña a Almendra y Alondra como empleada de la casa.

Esta novela permite descubrir la vocación y talento literario de Maritza Olórtegui; es una natural y espontánea cuentista; auténtica narradora de entretenidas historias imaginarias y fantásticas; es una gran fabuladora. Su estilo original, sencillo y fluido es cautivante  Maritza escribe con perspectivas de bellos horizontes, poniendo debajo de sus palabras experiencias enigmáticas y realidades oníricas.

Toda obra literaria en la narrativa tiene un final sin final absoluto, nada acaba o se cierra definitivamente; esta última novela nos da la impresión de haber sido interrumpida intencionalmente por su autora, “inconclusa” diríamos; los lectores reclaman que continúen los argumentos novelísticos; por eso queremos que Maritza siga contándonos nuevas historias.


Digna y honorable concurrencia:

Espero que vuestros aplausos en torno a mi alocución no sean generosas palmas para halagar mi vanidad, sino vibrantes salvas victoriosas de bienvenida que celebren el merecido ingreso de Maritza Olórtegui a la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil.
                       Muchas gracias.
                
  




     





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