lunes, 14 de diciembre de 2009

Discurso de incorporación del Dr. Jesús Cabel




Sr. Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil
Srs. Académicos
Señores y señoras

No puedo dejar de confesarles la emoción que me invade, así como el agradecimiento hondo, personal y sin fronteras por esta hospitalidad que me brinda la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil, en donde encuentro desde su esforzado y reconocido Presidente, la presencia de muchos colegas que desde hace más de tres décadas nos iniciamos en los caminos de la creación, investigación y promoción de la literatura infanto-juvenil del país. Por cierto que dedicarse a este rubro ha sido y es para mí, reconocer la situación de indiferencia con que se mira a los niños y jóvenes del Perú, cuando se habla no solo de su literatura sino de su condición social, económica y cultural, entendida como una necesidad impostergable de reconocimiento y valoración de los mismos niños y jóvenes en una realidad crucial y desafiante.

A la Academia, a mis colegas, a los niños y jóvenes del país, quiero tributarles mi homenaje de hombre comprometido con la literatura y la cultura de Ica y del Perú.




CIRO ALEGRIA Y SU NARRATIVA INFANTIL Y JUVENIL



En ese breve y medular ensayo La literatura infantil en el Perú, el maestro Francisco Izquierdo Ríos nos advertía refiriéndose a qué literatura infantil era la más adecuada, que existía aquella, entre otras, que resultaba ser “compilaciones de páginas espigadas en las obras de los grandes autores de un país y del mundo” (1). Ese es el caso de Ciro Alegría, quien como sabemos desapareció físicamente en 1967 y recién al año siguiente, la escritora Dora Varona de Alegría recopiló y seleccionó un conjunto de relatos reunidos bajo el título de Panki y el guerrero (1968) (2). Lo cierto es que nuestro gran narrador sin proponérselo escribió páginas recónditas y vibrantes, que los niños y jóvenes del país e Hispanoamérica han retomado como suyas y hoy es uno de los autores clásicos también en este género.

Veamos algunas facetas de Alegría, precisamente de su infancia, que aparecen en esa magnífica biografía titulada Ciro Alegría y su sombra (3): “…Cirito se quedaba rondando al padre. José leía mucho y poco hablaba. El pequeño le pidió que le enseñara a leer. Así encontró el padre una forma útil de entretenerse y de hacer que el hijo descubriera el maravilloso mundo de las letras. A los tres meses el niño leía de corrido, para orgullo de José. El padre comentó la hazaña y la madre se emocionó hasta las lágrimas cuando le escuchó leer de corrido una crónica del periódico. A partir de ese día la biblioteca de Marcabal comenzó a recibir, enviados de Trujillo por la abuela Elena y la tía Rosa, libros juveniles como Las mil y una noches, los cuentos de Andersen y otros bellos tomos más en volúmenes de tapas duras, letra clara y hermosas ilustraciones que el pequeño lector devoró ávidamente, imaginando otros mundos maravillosos con los ojos abiertos” (4)

A los siete años de edad en compañía de su tío, Luís Alegría Linch, viajó a la ciudad de Trujillo para iniciar sus primeros estudios en el Colegio Nacional de San Juan. Fue su profesor el poeta César Vallejo. Años después escribirá: “César Vallejo –siempre me ha parecido que ésa fue la primera vez que lo ví- estaba con las manos sobre la mesa y la cara vuelta hacia la puerta. Bajo la abundosa melena negra, su faz mostraba líneas duras y definidas. La nariz era enérgica y el mentón más enérgico todavía, sobresalía en la parte inferior como una quilla. Sus ojos oscuros –no recuerdo si eran grises o negros- brillaban como si hubiera lágrimas en ellos. Su traje era viejo y luido y, cerrando la abertura del cuello blando, una pequeña corbata de lazo estaba anudada con descuido. Se puso a fumar y siguió mirando hacia la puerta, por la cual entraba la clara luz de abril. Pensaba o soñaba quién sabe qué cosas. De todo su ser fluía una gran tristeza. Nunca he visto un hombre que pareciera más triste. Su dolor era a la vez una secreta y ostensible condición, que terminó por contagiárseme. Cierta extraña e inexplicable pena me sobrecogió. Aunque a primera vista pudiera parecer tranquilo, había algo profundamente desgarrado en aquel hombre que yo no entendí sino sentí con todo mi despierta y alerta sensibilidad de niño” (5).

Más adelante afirmará: “Algo que le complacía mucho era hacernos contar historias, hablar de las cosas triviales que veíamos cada día. He pensado después en que sin duda encontraba deleite en ver la vida a través de la mirada limpia de los niños y sorprendía secretas fuentes de poesía en su lenguaje lleno de impensadas metáforas. Tal vez trataba también de despertar nuestras aptitudes de observación y creación. Lo cierto es que frecuentemente nos decía: “Vamos a conversar…”. Cierta vez se interesó grandemente en el relato que yo hice acerca de las aves de corral de mi casa. Me tuvo toda la hora contando cómo peleaban el pavo y el gallo, la forma en que la pata nadaba con sus crías en el pozo y cosas así. Cuando me callaba, ahí estaba él con una pregunta acuciante. Sonreía mirándome con sus ojos brillantes y daba golpecitos con la yema de los dedos, sobre la mesa. Cuando la campana sonó anunciando el recreo, me dijo “Has contado bien”. Sospecho que ese fue mi primer éxito literario” (6).

¿Cuáles fueron las lecturas que Ciro Alegría frecuentaba en ese tránsito de la infancia a la juventud? Él mismo se encargará de aclarar: “Entre mis más viejos recuerdos de lector desfilan innumerables nombres. Los principales: Cervantes, Calderón de la Barca, Víctor Hugo, Campoamor, Alejandro Dumas, Pérez Galdós, César Cantú, Julio Verne, Jorge Isaacs, Ernesto Renán, Shakespeare, Chateaubriand, Walter Scout, Bufón, Goethe, Sarmiento, Rubén Darío, Amado Nervo, Chocano, González Prada, Ricardo Palma, El Tunante. Había cien más. Como se ve, unos eran autores de aquellos tiempos y otros, de todos los tiempos.” (7)

Fue una experiencia inolvidable para Ciro Alegría contar con una biblioteca en casa, que se constituyó en su primer y maravilloso descubrimiento de infante; tener un padre lector por excelencia y con quien aprendió a leer, y definitivamente estar dentro de un ámbito que lo incitaba a ser un lector entusiasta, imaginativo y vivaz. Desde los primeros años Alegría fue captando el mensaje de los cuentos que leía y aprendió sin proponérselo a interpretar la realidad de su entorno que más tarde estampará en sus tres novelas clásicas: La serpiente de oro(8) (1935), Los perros hambrientos(9) (1939) y El mundo es ancho y ajeno (1941).

Hay que señalar, brevemente, que en las novelas anteriormente citadas existen excelentes pasajes con claro sustento en la literatura oral de La Libertad, constituyéndose así en verdaderas joyas de la literatura infantil y juvenil, probablemente a despecho del propio autor. En las tres novelas clásicas existe un promedio de quince cuentos: cinco son leyendas, tres fábulas y siete sucesos históricos o aventuras vivénciales. Entre las leyendas y las fábulas, algunas pertenecen al reino animal, como: “La muerte de los pajaritos”, “La sombra del puma”, “El zorro blanco”, “Los rivales y el juez”, “El zorro y el conejo”, “El ayaymama”, “Gueso y pellejo” y “La culebra con soroche”; otras tienen una fuerte dosis de moralidad y cristiandad: “Cómo el diablo vendió los males por el mundo”, “La sombra del puma”, “El consejo del rey Salomón”, y entre sucesos históricos o aventuras vivenciales están: “La quemada”, “El manchaipuito” y “Basta de amor comadre”. Más adelante veremos cómo estas narraciones han ido formando parte de las nuevas publicaciones dedicadas a la literatura infantil y juvenil.

Pero el itinerario oficial de Ciro Alegría, repito, en el rubro infantil y juvenil, se inicia con ese extraordinario libro titulado: Panki y el guerrero (1968), recopilado y seleccionado por Dora Varona de Alegría. El título procede de una versión libre de una leyenda aguaruna, narrada por el silvícola Moisés Manco Dujinkus Yumis, en Yarinacocha y que nuestro célebre narrador publicó por primera vez en el diario “La Nación” de Buenos Aires, el 15 de julio de 1960 (10) y posteriormente lo incluyó en su obra Duelo de caballeros(11).

Se trata sin duda, del libro base o matriz, del cual luego se sucederán una serie de publicaciones. Está compuesto de tres secciones: “Cuentos y leyendas de origen amazónico”, “Cuentos y leyendas de los andes peruanos” y “Cuentos y leyendas americanos”. Hacen un total de dieciséis narraciones.

En “Cuentos y leyendas de origen amazónico” se incluye, entre otros, la “Leyenda del ayaymama” que es parte de la novela El mundo es ancho y ajeno (12). Al respecto, el crítico Tomás G. Escajadillo afirma: “A pesar de la frescura y aciertos del relato, nos encontramos frente a un fragmento narrativo que nada tiene que ver con el cuerpo del capítulo, que no cumple ninguna función. La incorporación de esta leyenda implica, a mi juicio, la caída en la fácil tentación de la narrativa acerca de la selva de incorporar materiales ‘exóticos’ por la seducción y atractivo de los materiales en sí, sin que el narrador se pregunte por la funcionalidad de tales materiales en el contexto de la novela como organización unitaria. Pienso que este sería uno de aquellos ejemplos de fragmentos que hubiera sido necesario podar…” (13). La opinión del ensayista es por su inclusión en la novela; sin embargo como leyenda autónoma resulta un relato vibrante que trata la historia del Cacique Coranke y de su mujer Nara, castigados por el genio malo de la selva, Chullachaqui, al convertir a su hija en un ave hechizada cuyo grito quejumbroso “ay…ay…mamá” le dio por nombre ayaymama, que es el nombre con que la gente del lugar conoce a esta ave.

En “Cuentos y leyendas de los andes peruanos” aparecen dos textos de El mundo es ancho y ajeno: “El zorro y el conejo” y “Los rivales y el juez”. El primero es una divertida escaramuza que el conejo le juega al zorro para lograr finalmente confundirlo y salvarse de las garras del carnívoro. (14). Edmundo Bendezú Aibar encuentra que si el zorro “representara al terrateniente o mandón no podría ser la víctima al mismo tiempo. En la realidad, si el blanco es el mandón no puede ser víctima al mismo tiempo… El zorro, atoq en quechua, era también un animal andino, mientras el conejo fue importado y como tal representa mejor al hombre europeo o español; el ingenio mostrado por el conejo, es una cualidad muy celebrada en la cultura invasora. El zorro ha perdido la astucia, parece tonto y hasta estúpido, siempre padece hambre, sabe que va a ser engañado pero continúa con el juego del engaño; sabe, por alguna razón misteriosa que no le conviene terminar el juego; es perseverante en perseguir al conejo, sabe que algún día lo atrapará y se lo comerá, cuando la razón misteriosa desaparezca; algún día el zorro conocerá todas las tretas del conejo y acabará con su arrogancia. El conejo no podrá jamás comerse al zorro, lo único que puede hacer es engañarlo, diferir el plazo de su caída, hasta que el zorro recobre su astucia y de vencido se transforme en vencedor, su condición de víctima es transitoria aunque patética” (15). El segundo trata de las diferencias establecidas entre un sapo y una cigarra que se disputan el mejor canto. Concluye en que el juez elegido, o sea la garza, termina por devorarse a los dos contrincantes. Bien puede aplicarse aquí ese refrán que dice que en pleito de dos gana el tercero. “Gueso y pellejo” pertenece a la novela Los perros hambrientos (16), y es la puntual historia de dos canes cuya acción está ligada más al discurrir del cuento que de la misma realidad.

En “Cuentos y leyendas americanos”, Alegría presenta un conocimiento extraordinario de nuestra América, ganado en más de veinticinco años de exilio. Reúne material popular de Chile, Brasil, México y Colombia.

¿Qué elementos de la literatura infantil presenta en este primer y celebrado libro para niños y jóvenes?
En primer lugar hay que señalar que las descripciones en general son claras, ágiles y con diálogos frecuentes y cortos. Hay una acción ininterrumpida que invita a la curiosidad mediante un suspenso bien logrado. El autor desborda en imaginación y conmueve con sus personajes que pasan de forma inmediata a formar parte del imaginario del niño o del joven. Hay cierto humor, disimulado, implícito en los diálogos que logran atrapar la atención del niño y del joven, y como telón de fondo, las imágenes que emergen sugerentes de poesía del paisaje. Alegría es un poeta de la geografía agreste que lo rodea, pero también a través del lenguaje desarrolla estéticamente los sonidos, el ritmo y los colores de la naturaleza.

Luego vendrá El sol de los jaguares/ cuentos amazónicos (1979), compuesto por tres secciones: “Leyendas amazónicas”, en donde se incluye cinco leyendas correspondientes a Panki y el guerrero y se agrega la “Leyenda de Tungurbao”. En “Cuentos amazónicos” se incluye dos cuentos que aparecen editados por primera vez: “El grito” y “La llamada”, y “La madre” que pertenece a Duelo de caballeros. En este trío narrativo se percibe cierto aire fantasmal, de intriga, soledad y melancolía por los sucesos que ocurren en un ambiente tan difícil y controvertido como es la selva del país y donde el hombre llega a vincularse tanto con la naturaleza que se confunde en cuerpo y alma. Alegría nos descubre no sólo otro paisaje tan diferente al de la costa y de la sierra, sino que presenta con rasgos extraordinarios al poblador más de las veces tan humilde y necesitado que cada día, sobrevivir, es, en verdad, un desafío crucial y mortal, donde la realidad es más poderosa que la imaginación.

En “Narración amazónica”, la tercera parte de estos cuentos amazónicos, encontramos a “Sacha y sus padres” (17) y “Sangre de caucherías”. El personaje central en el primero es Sacha, un pequeño de apenas cuatro años, hijo de los colonos Garmendia Anselmo y Emilia, naturales de Iquitos. Los hechos ocurren a orillas del río Shipibo afluente del Ucayali; lo que nos transporta a un ámbito selvático con riesgos y paisajes asombrosos. En realidad, Sacha goza con la exhuberancia de la naturaleza, que es su único universo, y con el cuidado que le prodigan sus padres. Como todo niño de la selva es preparado para enfrentarse a los peligros que en ésta existen; ayuda a sus progenitores en la recolección de leña; lleva y trae agua; siembra, cosecha; debe aprender a guiar la canoa entre las turbulencias del río, y extraer peces cuando sea necesario. Sus actividades, como se ve, distan mucho de las que realiza un niño de la costa, y están más emparentadas con las de un niño campesino.

Las aventuras de Sacha siempre están cercanas al buen humor. Por otro lado, lejos de presentar a un padre autoritario, éste es, por antonomasia, comprensible, tierno, trabajador y generoso. El encontrarse aislados de las civilización, si bien es cierto les trae inconvenientes, les permite sentirse más unidos y más libres, ellos son poseedores de un destino que forjan día a día. La madre colabora estrechamente. La comprensión y el amor es el pan de cada día, hasta que llega la temporada de invierno y aparecen las lluvias y la crecida del río. Ahí empieza la lucha titánica por sobrevivir.

Lo cierto es que la casita, levantada por los padres de Sacha, es violentamente borrada de la geografía selvática. Las peripecias por salvar lo necesario y salvarse ellos mismos, en una frágil canoa, es materia de este relato maravilloso en seis capítulos. Pasado el peligro puede percibirse el notable cambio que se produce en Sacha. Ahora los inconvenientes serán mayores y múltiples; elementales como hacer fuego, y vitales como tener un techo donde cobijarse.

Es importante resaltar el grado de unidad de esta familia ejemplar, que con serenidad y soportando el hambre logra levantar otra vivienda, porque “la casa no existe por sus materiales sino por el espíritu de quienes la habitan. No hay casa que dure entre el recelo y la discordia”, le dice el padre Anselmo. El desarrollo del relato deja, también, la sensación de que la selva por su misma abundancia vegetal es una zona propicia para la mortalidad infantil provocada por las enfermedades infecciosas y parasitarias. El saneamiento del lugar es escaso y en esta situación es fácil comprender que el niño de la selva, como Sacha, que generalmente no usa ropa, está condenado a morir, a veces antes de que nazca.

La otra narración es “Sangre de caucherías” que en realidad es el capítulo XV de El mundo es ancho y ajeno y tiene como personaje central a Augusto Maqui, nieto del mítico Rosendo Maqui(18), alcalde de Rumi, quien un buen día decide convertirse en “comunero emigrado”, escogiendo la selva y el caucho como destino. Otros, jóvenes como él, anteriormente han preferido el cocal y la mina. Los incidentes a que a de enfrentarse Augusto, en un mundo donde impera la ley del más fuerte o “la ley de la selva”, es en verdad una aventura donde la propia vida se juega en cada momento de la existencia. Alegría nuevamente le inyecta a la narración todo el color y la violencia posible que ocurre en ese mundo llamado “infierno verde”. Paisaje indescifrable y hombres que son ganados por el trato cruel, forman un binomio casi absurdo pero cierto. No olvidemos que de este capítulo forman parte, también, los relatos: “El ave invisible que canta en la noche” y la “Leyenda del ayaymama”, que en alguna medida no encajan dentro de la trama central del capítulo, pero que sin duda prolongan cierta visión de lo que en el fondo es la mítica naturaleza selvática.

El asunto es, como escribe Alegría, que “…Augusto se sintió definitivamente solo y perdido. Pensando en sí mismo, comprendió que el error más grande que cometió en su vida fue el de abandonar su comunidad. Por lo demás, si se endeudó y perdió su libertad, por lo menos nunca fue flagelado como los otros peones ni se enfermó jamás y hasta parecía que iba a fugar con Carmona y el Chino. Pero nadie vive en la selva sin recibir su marca de látigo, bala, zarpa, víbora, flecha, caucho. A él le había tocado ahora la del caucho y del modo más duro e irremediable. No fue una sorpresa cuando la mujer le quitó la venda y se quedó, netamente, de cara a la sombra” (19), es decir, ciego.

Y, pese a todas las desgracias, el final de esta narración no deja de mostrar la intención de creer que la felicidad es posible, pese a esa situación de deterioro físico y demás calamidades: “Maibí y Augusto –concluye el narrador- fuéronse a vivir en una cabaña levantada a la orilla del bosque. Ella cultivaba una chacra de yuca y plátanos. El ciego tejía hamacas y petates de palmera que vendía o canjeaba por objetos útiles a los hombres de la lancha. En las noches calmas, mientras la inmensa luna del trópico pasa lentamente por los cielos, los bosques y los ríos, Maibí cuenta a su marido ingenuas historias o le entona dulces canciones. Oyéndola, Augusto recuerda al pájaro hechizado que canta en la noche. Maibí es también como un ave invisible que canta en la noche. En su noche” (20). Se trata pues de una narración auténtica de aventura, tal como lo señala Rocío Vélez de Piedrahita en su Guía de Literatura Infantil. (21)

Otro de los libros que ha alcanzado una formidable difusión entre los jóvenes, es Sueño y verdad de América (22). La primera edición data de 1969 y contiene trece cuentos, incluyendo una versión fragmentada de “Fistzcarrald, un pionero en la selva”; pero en la más reciente edición que consta de quince cuentos, agrega: “Descubrimiento del río Amazonas”, “Eldorado” y “La revolución de Atusparia”. Desde el título de esta obra, Alegría nos conduce magistralmente por lo que fue el itinerario equivocado o no de Cristóbal Colón, quien al mando de las carabelas Pinta, Niña y Santa María alcanzó la proeza de llegar a un territorio exuberante, las “tierras del oro y las piedras preciosas, del clavo, la canela y las especias…Sucesivamente, según consta en su diario, oiría cantar a un pájaro vulgar y le sonaría a ruiseñor, vería manatíes y les creería sirenas, encontraría un río y entendía que era el Edén del Paraíso Terrenal… tal mezcla de sueño y verdad se llamaba ya América”. Este primer cuento, sin duda, resulta un ingreso feliz al libro y apertura no solo el interés sino el conocimiento y disfrute de hechos que realmente ocurrieron pero que en la pluma del narrador adquieren una magia insólita, singular y plena de sabiduría. Nos narra también cómo fue descubierto el río Amazonas, ese río que más parece el propio océano por su gran tamaño y profundidad, y comprobamos que no solo fue una aventura para sus protagonistas sino un desastre en el que se perdió todo, incluyendo la vida de centenares de indios. En esa búsqueda estaba también encontrar al fabuloso “Eldorado” que tuvo diversos lugares de origen, pero cuya grandeza de oro fue el objeto de muchas aventuras y desgracias. Las historias y creencias se multiplican pero lo cierto es que nadie alcanzó a encontrar esa ciudadela de oro, donde todo lo que brillaba, inclusive las arenas, según se dice, eran de oro.

Los cuentos que componen Sueño y verdad de América, según su recopiladora, la escritora Dora Varona, provienen de las publicaciones aparecidas en la década del cincuenta, en la revista “Carteles”, el diario “El Mundo” y la revista “Industria Peruana”, de Cuba, Puerto Rico y Lima, respectivamente. Solo “La revolución de Atusparia” ha sido extraído de El mundo es ancho y ajeno. En todos ellos, finalmente, anima al autor a reconocer en la geografía, personajes, hechos y escenas que han ido modelando nuestra esencia y razón de pertenecer a este continente donde cada día se descubre algo nuevo y novedoso. De cómo la quinina, la corteza milagrosa adquiere el nombre de chinchona; o la flor de tara hasta nos hace olvidar las penas; o el caso increíble de Pedro Serrano, cuya paciente espera para ser rescatado es tal vez la espera del latinoamericano que sueña con cambiar alguna vez las reglas de juego que rigen su vida, o de Pedro Pablo Atusparia que optó por la rebelión a continuar en una actitud miserable y de abandono. En el libro, repito, desfilan épocas y personajes como Bolívar el Libertador o León Escobar, el famoso bandido peruano, pero fundamentalmente encontramos historias plenas de conquistas, exploraciones, colonizaciones y libertadores, con visos de leyenda.

Fitzcarraldo, el dios del oro negro (1986) es en realidad la biografía vibrante y apasionada de Carlos Fermín Fitzcarraldo López, nacido en Huari como su madre Esmeralda López, e hijo del norteamericano William Fitzgerald, quien después adoptaría el nombre de Guillermo Fitzcarraldo. En esta gran historia plena de aventuras puede decirse que existen dos grandes momentos decisivos. El primero, que cubre los años de estudio en Huaraz y Lima, y el frustrado viaje a los Estados Unidos para seguir estudios náuticos según la tradición de la familia. Luego, huérfano de padre, decidirá ir a la selva a extraer caucho o el “oro negro”, cuando apenas contaba con diecisiete años de edad. Sin embargo, Fitzcarraldo López se adentró diez largos y a veces penosos años en el bosque amazónico. ¿Qué fue lo que hizo y logró en ese lapso? Alegría traza pinceladas precisas para describir al pionero y afirma que su figura “parece un héroe de novela de aventuras”, que asume “contornos de leyenda” y que era “adorado por los indios campas, ante quienes se hacía pasar por Hijo del sol” y es entonces reconocido como amachengua, es decir un hombre superior, maestro y conductor. Y siendo en realidad un foráneo “encarnaba las virtudes que más podía celebrar un selvático y era, además, portador de un gran mensaje”. Este mensaje se resumía, por cierto, en que las tribus entraran al bosque para extraer el caucho, lo cual sin duda era una simple treta de Fitzcarraldo que finalmente alcanzó un tremendo éxito. Sucede que diez años internados en ese mundo inacabado de la selva le sirvieron de aprendizaje y es así como sabía “todos los secretos de la jungla”, “nada en materia de caucho le era desconocido”.

El segundo momento se produce cuando Fitzcarraldo llega a Iquitos, una ciudad con casitas de madera y zinc de apenas 30 000 mil habitantes, con cuatro balsas cargadas de caucho, tenía entonces veintiocho años; forma la empresa Cardozo, Fitzcarraldo y Cía para exportar el caucho a Estados Unidos y Europa, contrae nupcias con Aurora Velasco y expande su negocio aceleradamente, pero a la vez descubre el llamado Istmo Fitzcarraldo y es llamado “el señor del Ucayali”. Sus continuos viajes de negocios y su proceder de hombre práctico y de acción, concluyen en un naufragio donde por salvar a un amigo y compañero, ambos terminan “tragados por las aguas…”. Historia en verdad edificante, de un pionero que no solo descubre los secretos de la selva y la de sus habitantes, sino que, asimismo, demuestra las grandes posibilidades que ésta encierra para el futuro desarrollo industrial del país.

Libro singular en la bibliografía del ilustre narrador, de técnica lineal en todos los sucesos que presenta, destacándose como denominador común el componente histórico y un realismo sorprendente, profundo y evocativo de un lugar o lugares del país. Dice Petrini con justeza que este elemento debe mostrarse comprensivo de motivos sociales, científicos, naturales, religiosos, dirigidos a hacer sentir “nuestra solidaridad y la de los adolescentes no solo en el espacio, sino en el tiempo, teniendo presente cómo el sentido de la historia en aquella edad es la conciencia visiva de que se vive como hombre en un mundo único y natural junto con los animales y las plantas, en una patria que es semejante a una patria más grande, hacia la que dirige sus esfuerzos la civilización contemporánea” (23). Y en cuanto al personaje, Alegría presenta la vida en el mundo de la selva como una gran sorpresa. Anota Rodríguez Castelo, “a menudo compleja, dura, casi agónica, pero con posibilidades de conquista. Ese es el último sentido, en cuanto visión poética del mundo, de la aventura” (24), que bien puede interpretarse también como un viaje interminable hacia la conquista de nuestros ideales.

La más reciente recopilación preparada por Dora Varona y titulada El burro Perico y otros animales anecdóticos (2008) consta de cuatro partes, todas complementarias: “El burro y su circunstancia” (escrito en Cuba), “Otros animales anecdóticos” (escrito en Estados Unidos), “El caballo y el jinete en América” y “Animales de los Andes” (escritos en Lima). Tienen además, la particularidad de haber aparecido publicados en periódicos de los lugares donde fueron escritos. Pero en todos ellos palpita la voz estremecedora y apasionada de Alegría por su inconfundible y acentuado amor a los animales. En “El caballo y el jinete en América” confiesa: “Como andino que soy y crecido en una hacienda, me gustan los animales. Creo que vivir entre caballos, perros, vacas y demás semovientes habría sido mi destino, de no mediar el hecho de que a mi padre le placía leer. Siempre llevo latente la afición al campo y cada vez que puedo, estoy unos días a cielo abierto” (25); y luego aparece algo insólito, cuando el famoso caballo peruano de carrera Parking, le escribe una misiva y él, emocionado, le contesta: “Es natural que te entienda. Hay caballos en mis viejos recuerdos. Veo llegar, como envuelto en la radiosa nube de un remoto cielo de infancia, a un gallardo caballo blanco jineteado por mi abuelo. Yo tendría entonces tres o cuatro años. El apero relucía de piezas plateadas y el lucio caballo braceaba acompasadamente, enarcado el cuello, brillantes los ojos retintos, los crines desflecados por el viento. Montar a caballo fue mi primera aspiración. La realizaría a los cinco años” (26).

Sin embargo, el disimulado humor y cierta melancolía que recrean a las anécdotas, sobre todo, las dedicadas al burro Perico que da título al libro, adquiere un tono de reflexión y de defensa cuando se refiere, por ejemplo a la llama: “…es una estilización animal de los Andes, con un vital toque de gracia. Al caminar lo hace con un paso breve y blando, llevando el cuello gallardamente erguido y alerta las orejas agudas. Sus colores son tan variados como los del caballo y en sus hondos ojos negros hay vivacidad y ternura”; o a la vicuña: “…tan inmaculada a toda la historia patria y consagrada desde hace más de un siglo como emblema en nuestro escudo, es un animal que a la República debía inspirar respeto y cariño. A juzgar por las condiciones en que se encuentra, desgraciadamente no es así. Se le está dando inclusive ponzoña”; o al cóndor: “…es un blasón de los picachos. Al volar produce un rumor fuerte que puede ser escuchado a mucha distancia. Su sombra se proyecta sobre el suelo, muy ancha, de modo que es como si otro cóndor volara a ras de tierra. Los indios dicen que ser cubierto por la sombra del cóndor da buena suerte. Muy pocos son los que pueden quedar bajo tal sombra alguna vez, pero alegrémonos de que los cóndores sigan embelleciendo nuestra tierra y su sombra pase siempre, como un toque de suerte sobre el Perú” (27).

Es así, como a lo largo de sus novelas y cuentos, los animales, los niños (28) y los jóvenes (29) adquieren representatividad, tal vez como una prolongación de las experiencias personales oídas o vividas desde la infancia y la adolescencia del autor, pero que, finalmente, serán traspuestas de forma magistral al plano literario. Alegría sobrevivió, entre otros aspectos, a un exilio de varios lustros y a enfermedades mortales, que no le impidieron descubrir un país palpitante, complejo y contradictorio, ni tampoco ser considerado por la crítica especializada como uno de los fundadores de la narrativa peruana y por cierto, un fundador y clásico de la literatura infantil y juvenil del Perú.

JESUS CABEL



NOTAS
(1) Francisco Izquierdo Ríos. La literatura infantil en el Perú. Lima: Casa de la Cultura del Perú, 1969. p.7.
(2) Ciro Alegría. Panki y el guerrero. Lima: Colección Infantil “Ciro Alegría”, 1968. 96 pp. El libro obtuvo el Premio Nacional de Literatura Infantil “José María Eguren”, 1968. Se entregó hasta 1971. Escritores que merecieron el mismo premio son: Arturo Corcuera, César Vega Herrera, Carlota Carvallo, Jorge Díaz Herrera y Mercedes Ibáñez Rosazza.
(3) Dora Varona. Ciro Alegría y su sombra. Lima: Editorial Planeta Perú S.A., 2008.
(4) Ob. Cit., p.34
(5) Ciro Alegría. Mucha suerte con harto palo/ Memorias. Buenos Aires: Editorial Losada S.A., 1976. p.35.
- El primer capítulo de estas Memorias con ordenamiento, prólogo y notas de Dora Varona, se titula “Nace un niño en los Andes”. En 1986, aparecerá como texto autónomo.

(6) Ob. Cit., p. 37
(7) Ibid, p. 70
(8) Alberto Escobar señala que la historia literaria “habrá de reconocer que en esta novela la naturaleza sirve a la definición del personaje y exalta el señorío del hombre, afirmando la condición humana en el trabajo y en la libertad. La dinámica heroica de los actores subraya la atracción del paisaje en su calidad de natura contemplada, pero no hay disyunción; pues todos los elementos, inclusive los nimios y fugaces, concurren hacia una imagen totalizadora que aglutina los rostros culturales, los hábitos psicológicos, los patrones éticos, la doble norma lingüística, el carácter individual y colectivo, y los proyecta en un complejo estético, con la autenticidad de una experiencia que dice llanamente de la grandeza del mundo regional, pequeño pero propio, y humanizado por una actitud que rechaza el envilecimiento del hombre y reclama no lástima, sino admiración”. En: Revista Literaria Algo te Identifica, Nº 2. Trujillo, febrero del 2001. p. 110
(9) Según Estuardo Núñez, “Alegría presenta con un mensaje de protesta social, de rebelión y de reforma, otro escenario regional, la alta meseta andina, inhóspita y miserable. El núcleo humano caracterizado es la comunidad indígena que, contra todos los factores, afirma su voluntad de vivir luchando contra el frío y la sequía. Es la novela de la miseria indígena, producida por obra de la naturaleza y también por la del hombre. Conjuga en ella una ecuación hombre-perro finamente explotado por el artista, en todas sus posibilidades. El título resulta válido, en un sarcasmo terrible, para los animales y también para los hombres”. Estuardo Núñez. La Literatura Peruana en el siglo XX. México: Editorial Pormaca S.A., 1965. p. 126.
(10) Dora Varona. Ciro Alegría, trayectoria y mensaje. Lima: Ediciones Varona, 1972, p. 45.
- Carlos Villanes Cairo señala que la primera narrativa adaptada para niños y jóvenes de Ciro Alegría fue “La leyenda del nopal” (Cuentos ilustrados para niños). Santiago de Chile: Ediciones Zig-Zag, 1940. En: Ciro Alegría. Los perros hambrientos. Madrid: Ediciones Cátedra, 2006. p. 93
- Considérese también que Panki y el guerrero a partir de la segunda edición cambió de título: Fábulas y leyendas americanas. Contiene dos agregados en la sección “Leyendas de los andes” que son: “La oveja falsa” y “El puma de sombra”, eliminando: “Navidad en los Andes” y “Misa de gallo”
(11) Augusto Tamayo Vargas, refiriéndose a este libro de cuentos, señala una vez más la “facilidad descriptiva de Alegría y su indudable capacidad para relatarnos historias… Su realismo está dotado –como en la novela- de un dejo de ternura y de un saber repetir lo que se presume le fuera relatado por alguien”. Literatura Peruana. III Del Posmodernismo/ Del Perú Contemporáneo. Lima: PEISA, 1993. p. 873
(12) Para Ricardo Silva-Santisteban: “Las virtudes descriptivas de Ciro Alegría, su poder evocativo, su aliento telúrico, su capacidad para crear personajes vividos, un argumento interesante, una sabia conducción de los eventos narrativos, su talento para llevar el drama individual a una dimensión universal, hacen de El mundo es ancho y ajeno una novela espléndida y única dentro de la literatura peruana”. Ciro Alegría. Novelas y cuentos. Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2004. p. 11. (Selección, prólogo y cronología de Ricardo Silva-Santisteban)

(13) Tomás G. Escajadillo. Alegría y el mundo es ancho y ajeno. Lima: Instituto de Investigaciones Humanísticas de la U. N. M. de San Marcos, 1983. p. 43
(14) El zorro y el conejo. Lima: Editorial Norma, 2008. Aparece ahora publicado como texto independiente.
(15) Edmundo Bendezú Aibar. La novela peruana: De Olavide a Bryce. Lima: Editorial Lumen, 1992. pp. 230-231.
(16) Esta obra fue adaptada para los niños por Juan O’ Trebor y publicada en Buenos Aires por Editorial Laud en 1938. Parte de este libro integrará posteriormente el libro juvenil Once animales con alma y uno con garras (Madrid, 1987). Tres de los cuentos incluidos pertenecen a El mundo es ancho y ajeno y “La querencia” y “La llamada” son nuevos.
(17) Posteriormente aparecerá como: Sacha en el reino de los árboles. Madrid: Ediciones Alfaguara, 1986.
- Revísese: “El niño en la narrativa peruana”, en: Jesús Cabel. Literatura Infantil en el Perú, América y Europa. Lima: Editorial San Marcos, 2004. pp. 25 y 26.
(18) Antonio Cornejo Polar afirma: “Rosendo Maqui representa el orden comunitario tradicional y los valores que en él, con fresca espontaneidad, se plasman cotidianamente. Se trata de un orden poderoso, sólido, estable, casi perfecto, pero al mismo tiempo, absolutamente vulnerable en sus relaciones con el gamonalismo y la sociedad nacional en su conjunto”. Historia de la Literatura del Perú Republicano. Lima: Editorial Juan Mejía baca, 1984. p. 124. (Tomo VIII)
(19) Ciro Alegría. El mundo es ancho y ajeno. Buenos Aires: Editorial Losada S.A., 1968. p. 393.
(20) Ob. Cit., p.396.
- El capítulo XV de El mundo es ancho y ajeno ha sido publicado independientemente con el título de El ave invisible que canta en la noche. Madrid: Alfaguara, 1988.
(21) Rocío Vélez de Piedrahita en el capítulo de la Pre-adolescencia, establece que las obras de aventura son, entre otras, las preferidas por los jóvenes. Guía de Literatura Infantil. Medellín: Secretaría de Educación y Cultura, 1986. p.199.
(22) Para la celebración del Quinto Centenario del Descubrimiento de América, 1992, Editorial Salvat editó medio millón de ejemplares.
(23) Enzo Petrini. Estudio crítico de la literatura juvenil. Madrid: Ediciones Rialp, S.A., 1963. p.145.
(24) Hernán Rodríguez Castelo. Claves y secretos de la literatura infantil y juvenil. Otavalo (Ecuador): Instituto Otavaleño de Antropología, 1981. p. 197.
(25) Ciro Alegría. El burro Perico y otros animales anecdóticos. Lima: Ediciones SM, 2008. p.37.
(26) Ob. Cit., p.52
(27) Ibid, pp. 57, 61 y 68.
(28) Revísese: Saniel Lozano Alvarado. “Niñez y narración andina en Ciro Alegría”. En: Rayuelo/ Revista oficial de la APLIJ, Nº 15. Trujillo, octubre, 2007. pp. 6-10.
(29) Revísese: María Leticia Cáceres. “Análisis Psico-social de algunos personajes juveniles en la novela de Ciro Alegría”. En: La obra de Ciro Alegría. Arequipa: Universidad Nacional de San Agustín, 1974. pp. 59-82
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DISCURSO DEL DR. MANUEL PANTIGOSO


JESÚS CABEL O LA BÚSQUEDA DEL PARAÍSO (*)
por: Manuel Pantigoso

I

A los que ingresan en los textos de Jesús Cabel referidos a la literatura infantil, a la poesía, las antologías, los ensayos, la bibliografía, etc., debemos advertirles que él es profesional en ingeniería química, colegiado en la Orden correspondiente; además de Magíster en Administración y Planificación en Educación Superior. Es Doctor en Administración y, por último, Miembro Correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua.

Felizmente el profesor que ha sido tres veces Decano de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad de Ica deja de lado, constantemente, formulas químicas, tubos de ensayo, pipetas y buretas, mecheros y soluciones ácidas o de hidróxido de sodio para dedicarse a la literatura, con pasión, pero sin olvidarse de la química. Lo que sucede, seguramente, es un transvase entre literatura y química por la vía del recuerdo de la alquimia, de ese conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia que influyeron en el origen de la ciencia química. Este arte de la alquimia tuvo como fines principales la búsqueda de la piedra filosofal y de la panacea universal, que es como decir la búsqueda de la esencia o poesía de las cosas. En la leyenda de la piedra filosofal de los alquimistas del siglo XVII, la materia de esa piedra al contacto con “metales viles” -como el humilde plomo y el modesto cobre- convertía a éstos en oro.

De esta memoria antigua, de esta impronta raigal proviene, con seguridad, ese impulso de Cabel para “combinar”, en alquimia mágica, ese instinto de la muerte y ese instinto de la vida, es decir, a Thanatos y Eros que caracteriza toda su producción. Así, por un lado estarán sus tres estupendos poemarios, adultos y sombríos, titulados: Cruzando el infierno, Crónicas de condenado y Ácido (este último con el sugestivo subtítulo de “El paraíso artificial” y una velada significación que surge del fenómeno paranomásico: ácido = ha sido: lo que fue el paraíso y la necesidad de reconstruirlo); y al lado de estos textos, su extensa, luminosa y esperanzada obra dedicada a los niños y jóvenes: Literatura infantil en el Perú/ debate y alternativa, Arca de Papel, Nuestros cuentos infantiles, Literatura Infantil y Juvenil en Nuestra América, Cuentos Infantiles de Nuestra América, Literatura infantil y Juvenil en el Perú/ análisis y crítica, Poesía Infantil Peruana del siglo XX, Literatura Infantil en el Perú, América y Europa, Antología del Teatro Infantil Peruano. El Hipocampo y sus palabras/ guía de autores y libros de la literatura infantil y juvenil peruana, Valdelomar para niños y jóvenes, Luna llena de cielo/ la luna en la poesía infantil, Palma para niños y jóvenes (Antología). Al respecto es bueno recordar que Cabel, al referirse al libro de Angélica Palma: El Palma de la juventud, de 1921, lo señala como el libro precursor de la literatura infantil, anterior a los textos de Luis Valle Goicochea y de Alida Elguera.

Jesús Cabel es uno de los investigadores literarios de más sólida y constante obra en el Perú y en Latinoamérica. Su reciente obra Correspondencia Completa de César Vallejo, publicada por la Universidad Católica -que amplía una anterior titulada César Vallejo, a lo mejor soy otro-, es una estupenda muestra de sus altas calidades de estudioso serio y acucioso. Bibliófilo insaciable, tiene registrado el caudal más rico de lo escrito por autores peruanos, incluyendo parcelas de latinoamericanos y europeos. Debemos citar, aun, las Cartas de Mariátegui (21 cartas inéditas), su texto relacionado con los estudios de Porras sobre Palma, y su obra Valdelomar para niños y jóvenes. Finalmente, debemos anunciar que mañana, 13 de noviembre, aparecerá su documentada obra Mural bibliográfico de la poesía peruana del Siglo XX.

Nuestro dilecto amigo ha sido Presidente de la Organización Internacional para el libro juvenil – IBBY; ha presidido en dos oportunidades la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) y es fundador y Director del Centro de Investigación de Literatura Infantil y Juvenil del Perú. Ha sido Jurado tanto en Casa de las Américas, de Cuba, como en "Fundamarti", Costa Rica, para discernir el Premio Mundial de Literatura. Tiene el Premio Nacional “Poeta Joven del Perú” (que en su primera versión del año 1960 ganaran Javier Heraud y César Calvo), así como el Premio de Literatura Infantil (área de ensayo “Amauta”), el de poesía “Eleodoro Vargas Vicuña” y el de la Municipalidad de Lima 1983. Como conferencista ha sido invitado a Portugal, Alemania, Cuba, Costa Rica, Chile y Argentina. En 1994 representó al Perú en el Encuentro de Escritores y Poetas Iberoamericanos que se realizó en Lisboa. Con otros autores ha escrito “Panorama de la Literatura Infantil en América Latina”, publicado en Venezuela; a él le correspondió lo relacionado con el Perú. También es co-autor del libro de reflexión Alero de los sueños, junto a destacados especialistas de Literatura Infantil.

Una característica del trabajo literario de Jesús Cabel es su permanente decisión de compartir las páginas de sus libros con otros autores. Parece que al hacerlo se recrease doblemente: ofrece lo propio “como cosecha en punto”, semejante simbólicamente a esas generosas entregas de las vides de la noble tierra iqueña donde radica, cálida de sol, amistad y regocijo en donde ocupó el alto cargo de Director de la filial del Instituto Nacional de Cultura. Esa cualidad de compartir está patente en su empeño de antologista pero, también, en los libros cuyas páginas, abiertas como brazos fraternos, incluyen a quienes transitan por la misma senda. Entre otros casos se encuentra Memoria del Sol, donde "comienza con Valdelomar en un itinerario para leer a los poetas Iqueños". Una veta de rico y vasto contenido al respecto es el libro El hipocampo y sus palabras. Es, como dice, “un derrotero para una historia de la literatura infantil y juvenil”. Aquí aflora otra vez esa rebeldía social y cultural del autor al declarar, con respiro de esperanza, que el título “está alentado por el espíritu del Maestro Luis Alberto Sánchez, con quien mantuve conversaciones sobre la participación de los intelectuales en los procesos de cambio y la situación de deterioro cultural que soporta el país”.

Es, pues, honda y emocionada su dedicación a lo que él llama “oficio de la fantasía y la esperanza”. En una entrevista que le hiciéramos hace 26 años, publicada en “Crónica Cultural” del antiguo diario “La Crónica”, Jesús Cabel advertía sobre la llamada literatura infantil realizada por adultos:
“no sólo está de espaldas a la realidad del niño peruano sino que deja la amarga sensación de que por medio hay una mala voluntad o una ignorancia organizada”.

Y sostenía -y aún lo hace- que “debemos tomar como eje central el drama que vive el niño en el Perú”. Cabel no habla sólo de "muchachitos de la metrópoli” -lavadores de carros y cargadores en los mercados, agobiando sus brazos y sus espaldas- sino de todos los niños que carecen de lo elemental por derecho y por un mínimo sentido humanista. En una de sus poemas -“Sapolín trovador del tiempo”- encontramos estos versos que revelan, precisamente, la situación de esos niños ausentes del colegio y ajenos a los juegos de su edad:
“…y cuando el día despierta
nadie lo detiene
en la faena
pues en la vida es tan
tan importante
(dice Sapolín Sapilonete
abriendo sus ojazos
de infinito ahogado)
ganarse un lugar
en el trabajo”.

Esta denuncia aparecerá también en Cruzando el infierno ese notable libro con el que ganó el consagratorio "Premio Poeta Joven del Perú", en 1975:
“… a la deriva va la época y yo atravieso calzadas y plazuelas
escupo si me place
a la momia de Pizarro
corro
tras la pelota de trapo en mis años juveniles
guardo
celosamente las bolitas de barro
y en el hocico del lobo
es inexorable el naufragio…”

Como si de veras huyera del infierno -o lo retara en tanto símbolo de la vida peruana- Jesús Cabel, en sus Crónicas de condenado, le dedica a Ticlio, punto más alto y frígido de nuestra serranía central, un poema que comienza diciendo:
“Ticlio Ticlio la dimensión del infinito acrecienta tu estatura
de nieve y/o la soledad congelada del paisaje que mi voz
descubre entre el valle de la maravilla y el aniquilamiento
de un pueblo que se subleva como el viento”.

Arrojados del paraíso, condenados a su suerte, los hombres crean ese valle de la maravilla, ese “paraíso artificial de la poesía”. Como buen químico, ese "ácido" (título de uno de sus poemarios) no será producido en su laboratorio universitario sino en su estudio de literato y de poeta. En este libro -en Ácido- Cabel se revela, según ya lo había dicho Xavier Abril, como “el único poeta demoníaco, infernal, que ha producido el Perú orgánicamente…”. Lo es, en verdad, con su palabra de chispa y de tizón, almibarada sin embargo con ese dulzor con el que escribe su literatura infantil. Luis Alberto Sánchez señaló con acierto que “Cabel no sacraliza al hombre ni al demonio, sacraliza la angustia del hombre…”.

Este es el temple de este poeta maduro de la Generación del 70, posesionado de esa dramática zona intermedia entre el “infierno” de la realidad que él cruza imaginariamente, y ese “paraíso” que busca y describe en sus poemas. No es el poeta del infierno -dijimos en un artículo publicado en 1978- pero desde donde está ubicado puede apuntarlo para descubrir el estado de nuestra existencia. Puede, igualmente, vislumbrar las dos fuerzas antagónicas del bien y del mal, de la vida y de la muerte, de la luz y de la oscuridad, del amor y del odio; y también mostrarnos el equilibrio que surge de sus versos preñados de gran aliento porque contienen en su interior la palabra encendida que ha de ser capaz de construir una nueva humanidad: “hacer de la poesía un universo reluciente/ cuerpo de miel,/ columna ardiendo,/ viva melodía”.

Hoy día hemos escuchado su brillante discurso titulado “Ciro Alegría y su narrativa infantil y juvenil”, con hallazgos realmente valiosos respecto a un clásico de nuestra literatura que no pretendió conscientemente escribir “para los niños” y, sin embargo, su esposa Dora Varona ha podido extraer de esa obra una serie de narraciones “infantiles” hasta completar nada menos que 12 libros que llevan el nombre de Panky y el guerrero, con el que ganó en 1968 el Premio José María Eguren. Consideramos que este gesto de Dora Varona demuestra que la “literatura infantil” es, fundamentalmente, literatura que puede o no convertirse en “infantil”, dependiendo de ese niño que la lee, acepta e incorpora. Y queda, en tal sentido, una duda como pregunta: ¿el niño, puesto en la dirección de escoger, habría privilegiado esos fragmentos o narraciones cortas provenientes de la obra de Ciro Alegría? El discurso de Cabel obliga a ingresar nuevamente en el fondo mismo de esa “problemática de la literatura infantil” que la Academia Peruana de la Literatura Infantil está en la obligación de abordar y profundizar. Esa, creemos, es, entre otras, su principal función. Por ahora solo cabe darle al distinguido poeta y amigo un afectuoso abrazo de bienvenida y felicitación.
(*) Discurso de incorporación de Jesús Cabel a la Academia de Literatura Infantil, en la Casa Museo Ricardo Palma, el 13 de noviembre del 2009..