“Un viejo bagre, de barbas muy largas, decía con su voz ronca en el penumbroso remanso del riachuelito: «Yo conozco el mar. Cuando joven he viajado a él, y he vuelto».
Y en el fondo de las aguas se movía
de un lado a otro contoneándose orgullosamente.
Los peces niños y jóvenes le miraban y escuchaban con admiración: «¡Ese viejo conoce el mar!».
Tanto oírlo, nos acercábamos los jóvenes para escucharlo, para conversar con
ese viejo bonachón y sabio que había publicado el año 1965 El bagrecico, el cuarto y último cuento que conforma el libro El colibrí con cola de pavo real.
Nos acercábamos como el protagonista de su bello cuento, diciendo:
-Maestro, yo también quiero ser escritor, para escribir las historias de mi
pueblo, los relatos de mi madre, las aventuras que cuenta mi abuelo…
Viene a mi memoria la imagen sonriente de Francisco Izquierdo Ríos, autor
de los cuentos El bagrecico, Ladislao el Flautista, Zenón el pescador, entre
otros que a través de los tiempos ha deleitado a millones de lectores de
nuestro continente y de países muy lejanos e idiomas diversos.
Conocí a Francisco Izquierdo a inicios de la década del setenta, viejo
bagre recorrido, quien luego de trajinar por las escuelas más humildes y
lejanas del país, había recalado en la ciudad de las mil vueltas (mismo río de
selva, torrentoso, turbio y misterioso). Él laboraba entonces en el Instituto
Nacional de Cultura ubicado en el Jirón Ancash 390, frente a la iglesia de San
Francisco.
Pancho Izquierdo, como lo llamábamos afectuosamente, siempre tenía la
puerta de su oficina abierta, principalmente a los jóvenes, que lo visitábamos
con nuestras primeras publicaciones, en busca de afirmación o consejo, seguros
de encontrar respuesta sincera.
Ocupaba el cargo de Jefe del Departamento de Publicaciones del Instituto
Nacional de Cultura, donde ya había publicado la Antología poética del indigenista Mario Florián, la conmovedora
novela El retoño de Julián Huanay, y
su ensayo Literatura infantil en el Perú que
sienta las bases de la literatura infantil, hasta entonces tomada a menos. Entonces gobernaba el país el general Juan
Velasco Alvarado y dirigía el Instituto Nacional de Cultura la doctora Martha
Hildebrandt, una dama de personalidad fuerte, que a veces ingresaba al INC
llamando la atención a los empleados que tomaban sol en el patio de la llamada
“Casa de Pilatos”, pero Pancho, impertérrito seguía conversando con nosotros,
mirando de reojo a la dama que subía a su oficina sin atreverse a molestarnos,
porque sin duda conocía el recio temperamento del autor de El bragrecico.
No satisfechos con las horas que se podía departir en tan solemne mansión, solíamos buscarlo en el local de la Asociación Nacional de Escritores y Artistas (ANEA), en la cuadra cuatro del jirón Puno, cerca de la librería de don Juan Mejía Baca. Allí conversábamos con el viejo siempre sonriente, Francisco Izquierdo Ríos, que había recorrido peligrosos caminos, salvando duras pruebas, riesgos, pesares, injusticia, prisión por razón de sus ideas y todos los sinsabores con los que la vida, nos recuerda que sólo somos transeúntes. Pero su alma indomable jamás se doblegó.
Como Zenón pescador
Como Zenón, uno de los personajes de sus cuentos con el que solía identificarse,
Francisco Izquierdo Ríos nació en Saposoa, perteneciente a la provincia de
Huallaga, San Martín el 29 de agosto de
1910. Saposoa era un pueblito olvidado de la
selva baja,
colindante con el río Huallaga, que es
afluente del río Marañón, apenas un punto en el mapa, rodeado de exuberante
vegetación, fauna salvaje y en la época de su infancia, con grandes extensiones
de tierra virgen, que invitaba a explorar. Transcurrió
su niñez libre como las aves bulliciosas en la copa de los árboles, las
mariposas de colores retozando a su rededor y los peces en los ríos que tenía
que pescar cuidándose de los caimanes que protegían sus huevecillos en las
orillas.
Cursó los primeros grados de su formación básica en su tierra natal
abriendo los ojos a la naturaleza maravillosamente salvaje, misteriosa,
incitadora a descubrir, de indagar ¿cómo es el mundo más allá de esta maraña de
vegetación, con vocación de alverjita mágica, que si uno se descuida, está
flotando entre las nubes en la copa de un huambo, una palmera o tal vez
enredado en un matapalo?
Escuchando las historias que narraban
los mayores sobre el origen de la vida y anécdotas sobre la singular toponimia
de su lar natal. Saposoa, le dijeron que así se bautizó el pueblo porque “una
vez un sapo ladrón (Sua en quechua significa ladrón), sustrajo las pertenecías
de un colono, o que la naturaleza en una noche cubriendo con vegetación que
creció de manera fantástica recuperó el tesoro sustraído de un templo.
El hecho es que la vida del niño
Francisco Izquierdo estuvo poblado de selva, de naturaleza virgen, de
familiares y amigos que dialogaban en las noches buscando explicación de la
maravillosa creación. Concluyendo sus estudios secundarios en Moyobamba,
capital del departamento de San Martín viajo a Lima en 1926 para estudiar
pedagogía en el Instituto Pedagógico Nacional.
Se graduó el año 1930 y comenzó su peregrinar de aldea en aldehuela,
salvado por su curiosidad innata y su vocación de artista, de intérprete del
pueblo. Quien mejor que él podría hablar del hombre de la selva, quien mejor
que él, para describir la realidad del Perú selvático, de su gente sencilla,
sincera capaz de compartir lo que no tiene. Allí están sus cuentos, sus novelas
que fluyen frescos como agua de manantial, identificando en su mundo al hombre
que no interesa a nadie más que a los de su clase.
Quienes hemos tenido la suerte de
desempeñar la función de maestro en las escuelas rurales el siglo pasado,
épocas de terrible escases de libros para niños, es fácil imaginar la labor de
un maestro inquieto como Francisco Izquierdo Ríos, buscando beber la cultura
popular, la más rica y prístina fuente de información, madurada como el mejor
licor con el paso del tiempo. Las tradiciones orales que se enriquecen con el
aporte de la gente, narrando hechos ocurridos en la realidad y que se
transforman en maravillosa fantasía pasando de mano en mano, o en testimonios
de la historia que los libros no se atrevían a registrar. Esos relatos sobre la
vida de los ancestros en esta tierra provisional y su existencia eterna en
otras dimensiones. La explicación de la vida y de la muerte.
Profesional inquieto, fue defensor de las causas justas en un país
doblegado por las tiranías militares y el desgobierno de los políticos, casta
indecente, optó por militar opciones que propugnaban justicia e igualdad. El
escritor Danilo Sánchez dice que FIR fue apresado el año 1932 por razón de su
militancia socialista y enviado a la colonia penal del Sepa, el centro de
reclusión de extrema seguridad ubicada en medio de la selva, a donde los reos
no tenían ninguna opción de visita, menos de fuga. Al poco tiempo de su
liberación el año 1934 contrae matrimonio con la señora Olga López, con quien
tiene dos hijos: Francisco, pintor y Vladimiro, médico.
Reingresa al magisterio y viaja por diversos poblados de la sierra y selva,
impedido de retornar a las ciudades, período en el que vive el Perú olvidado,
sumergido en la miseria y la ignorancia, sin carreteras, medios de
comunicación, locales escolares adecuados, postas médicas, profesionales de la
salud. Lugares donde el maestro era todo: médico, curandero, partero,
amanuense, juez y todo por el mismo sueldo. Pero tampoco podemos dejar de
mencionar que el maestro era realmente maestro. Con su escasa economía tenía
que vestir adecuadamente y prepararse para compartir con sus alumnos sus
conocimientos.
Francisco Izquierdo trabaja con sus
alumnos en las aulas y mucho más con los padres, con los ancianos, con el
pueblo todavía no corrompido por el mestizaje y culturas extrañas que ya
empezaban a penetrar a la selva. Recopila mitos, leyendas, cuentos, historias,
anécdotas, vocablos del lenguaje local de los departamentos de San Martín,
Amazonas y Loreto donde le toca trabajar. Publica periódicos, revistas y libros
donde plasma el folklore y las tradiciones que con tanta devoción ha recogido
en su largo trajinar en la selva enmarañada, entre árboles, bosques y fieras,
para entregar a sus niños, a los jóvenes y comunidades la cosecha de vivencias
tanto tiempo recopiladas, esta vez convertidas en libros.
Francisco Izquierdo Ríos o Pancho como
lo llamaban los amigos, fue fecundo creador de literatura infantil y juvenil
basadas principalmente en el folklore del oriente peruano. El año 1942 el Ministerio de
Educación lo convoca para dirigir el Departamento de Información,
posteriormente la sección de folklore y artes populares del Ministerio de
Educación Pública, cuando publica Mitos,
leyendas y cuentos peruanos (1947), en coautoría con José María Arguedas,
que desempeñaba el cargo de Conservador.
A raíz de un viaje realizado en julio de 1946 a Santiago de Chuco con
motivo de la celebración de las Fiestas Patronales del Apóstol Santiago el
Mayor, escribe César Vallejo y su tierra
(1949), que en 1972 enriquecido con nuevos estudios publica el Instituto
Nacional de Cultura. Cuentos del tío
Doroteo (1950), el poemario Papagayo,
el amigo de los niños (1952), las novelas En la tierra de los árboles (1952) y Gregorillo (1957). El poemario El
árbol blanco (1962, por el que obtuvo el Premio Nacional de Fomento a la
Cultura “Ricardo Palma” en 1963) y El
colibrí con cola de pavo real (1965), libro en el que publica el famoso El bagrecico.
El año 1965, el cuento Gavincho es premiado y publicado por la editorial
Doncel, de España. Después publica Mi
aldea: pequeñas prosas (1963) donde aparece el bello poema El rocío, el ensayo: La literatura infantil en el Perú (1969).
Pueblo y bosque (1975). Folklore amazónico
y Boyá (1978), su último libro de
Cuentos.
Activo, con ideas y proyectos bajo el brazo, siempre entusiasta, nos
recibía y aconsejaba, relatando sus inicios literarios, su amistad con su
compadre Ciro Alegría, de quien guardaba la tablilla que usó para escribir sus
novelas, y sobre su relación con José María Arguedas. Allí confluían los
escritores principalmente jóvenes, con quienes hablaban de los libros
publicados por el INC, bajo su dirección y de literatura infantil, tema sobre
el que, tuvo, ya dijimos, una visión de la importancia de esta categoría
literaria. Sus obras en verso y en prosa, concuerdan con su concepción de la
literatura como expresión de la belleza a través de la palabra, totalmente
ajena al concepto utilitario con fines pedagógicos o meramente instructivos y
moralizantes.
Francisco Izquierdo, cada vez que alguien le comentaba que había leído El
bagrecico y le había gustado, decía con su sonrisa pícara, siempre a flor de
labios: “Ese soy yo”. Ahora que recuerdo ese maravilloso cuento, veo su rostro
cetrino, sonrisa expresiva en sus ojos rasgados, casi una raya chispeante, con
su terno gris y su gastado maletín de cuero, donde cargaba más que sus nuevos
libros, los borradores de las obras que venía trabajando.
Con su apoyo, un grupo de jóvenes organizamos en la ANEA el festival Ancash
31 conmemorando el primer y segundo aniversario del sismo que destruyó el
Callejón de Huaylas en mayo del 1970. Allí estaban los pintores Julio León,
Franklin Guillén, animados por el genial Víctor Humareda, infaltable en las
tertulias; los escritores Carlos Toledo, Jesús Cabel y yo, haciendo tiempo en
la biblioteca y conversando con Pancho izquierdo, quien después me acompañaba
en el Ciclo de Poesía que yo tenía a mi cargo todos los viernes, con buena
recepción de la poetada de la época. Estrechamos amistad en la ANEA y me
acostumbré a visitarlo los domingos en su casa de Bellavista, donde su esposa
Olga López nos atendía con limonadas y bocadillos en la biblioteca ubicada en
el segundo piso, donde conversábamos largamente, eso hasta que ocurrió su deceso
en una clínica cercana el 30 de junio de 1981.
Después de su muerte, ausentes Pancho Izquierdo y Carlota Carvallo, como
que quedó un vacío creador, pero una llama enorme. Teníamos la motivación,
ingente información, habíamos hablado tanto sobre el tema y leído también
cuanto título nos sugirió, que comenzaron a brotar pequeñas plantas literarias
en diversos lugares del país. Sólo quedaba cosechar. Desde la desaparición de
Francisco Izquierdo, sentimos la necesidad de retomar su semilla literaria. Es
cuando con el apoyo de la doctora Matilde Pérez Palacio, Presidenta del INABIF
y de la escritora Magda Portal, amiga de José Carlos Mariátegui, a quien en sus
7 Ensayos lama “la primera poetisa del Perú”, con quien nos unía gran amistad
desde la ANEA con Pancho Izquierdo y Mario Florián entre otros, convocamos al
Primer Encuentro Nacional de Escritores de Literatura Infantil el año 1982, evento
que nos permitió integrar al más selecto plantel de escritores, que estaban
publicando obras que los niños hacían suyas: Manuel Ibáñez Rosaza, Danilo
Sánchez, José Portugal Catacora, Eduardo de la Cruz.
“Mucho tiempo
viajó por el río más grande del planeta, pasando frente a puertos, pueblos, haciendas,
ciudades, hasta que una noche, con luna llena enorme, redonda, llegó a la
desembocadura. El río era allí extraordinariamente ancho y penetraba retumbando
más de cien leguas al mar. «¡El mar!», se dijo el bagrecito, profundamente emocionado. «¡El mar!». Lo vio
esa noche de luna llena como un transparente abismo verde”.
Y nosotros lo recordamos con el paso de los años, como si lo estuviéramos
viendo, escuchando: Es el mar, al que también hemos llegado y ahora contamos a
los bagres pequeños, que el camino es largo, poblado de peligros, de riesgos, pero
les decimos también que el mar es la vida, que Pancho Izquierdo Ríos nos enseñó
a no temer.
Para concluir, transcribo un poema de Mario Florián, leído el año 1983 en
un homenaje a FIR, que organizamos conjuntamente con su viuda Olga, al
inaugurarse el Colegio Nacional que en Bellavista lleva su nombre, como la
calle en la que él vivió:
A LA ETERNIDAD DE FRANCISCO IZQUIERDO RIOS
Desde tu silencio concluyente,
El mítico jaguar de la espesura,
Ha empezado con épica bravura,
A repetir tu voz de combatiente.
En el pasar del tiempo, como un ente
Razonable, con música de dura
Piedra, los andes –vértigo de altura-
Tu mensaje social harán presente.
En la costa, en la selva, en la montaña,
En la pluma, en el nido, en la cabaña,
En la figuración del educando,
Y en la masa peruana del presente
Y del alba, tu espíritu potente
Estará, Pancho Izquierdo, retumbando.
Roberto Rosario Vidal
Presidente de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil.
(En el Coloquio internacional por el centenario del nacimiento de Francisco Izquierdo Ríos, organizado por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, el 26 agosto del 2010).
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