lunes, 14 de diciembre de 2009

DISCURSO DEL DR. MANUEL PANTIGOSO


JESÚS CABEL O LA BÚSQUEDA DEL PARAÍSO (*)
por: Manuel Pantigoso

I

A los que ingresan en los textos de Jesús Cabel referidos a la literatura infantil, a la poesía, las antologías, los ensayos, la bibliografía, etc., debemos advertirles que él es profesional en ingeniería química, colegiado en la Orden correspondiente; además de Magíster en Administración y Planificación en Educación Superior. Es Doctor en Administración y, por último, Miembro Correspondiente de la Academia Peruana de la Lengua.

Felizmente el profesor que ha sido tres veces Decano de la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad de Ica deja de lado, constantemente, formulas químicas, tubos de ensayo, pipetas y buretas, mecheros y soluciones ácidas o de hidróxido de sodio para dedicarse a la literatura, con pasión, pero sin olvidarse de la química. Lo que sucede, seguramente, es un transvase entre literatura y química por la vía del recuerdo de la alquimia, de ese conjunto de especulaciones y experiencias, generalmente de carácter esotérico, relativas a las transmutaciones de la materia que influyeron en el origen de la ciencia química. Este arte de la alquimia tuvo como fines principales la búsqueda de la piedra filosofal y de la panacea universal, que es como decir la búsqueda de la esencia o poesía de las cosas. En la leyenda de la piedra filosofal de los alquimistas del siglo XVII, la materia de esa piedra al contacto con “metales viles” -como el humilde plomo y el modesto cobre- convertía a éstos en oro.

De esta memoria antigua, de esta impronta raigal proviene, con seguridad, ese impulso de Cabel para “combinar”, en alquimia mágica, ese instinto de la muerte y ese instinto de la vida, es decir, a Thanatos y Eros que caracteriza toda su producción. Así, por un lado estarán sus tres estupendos poemarios, adultos y sombríos, titulados: Cruzando el infierno, Crónicas de condenado y Ácido (este último con el sugestivo subtítulo de “El paraíso artificial” y una velada significación que surge del fenómeno paranomásico: ácido = ha sido: lo que fue el paraíso y la necesidad de reconstruirlo); y al lado de estos textos, su extensa, luminosa y esperanzada obra dedicada a los niños y jóvenes: Literatura infantil en el Perú/ debate y alternativa, Arca de Papel, Nuestros cuentos infantiles, Literatura Infantil y Juvenil en Nuestra América, Cuentos Infantiles de Nuestra América, Literatura infantil y Juvenil en el Perú/ análisis y crítica, Poesía Infantil Peruana del siglo XX, Literatura Infantil en el Perú, América y Europa, Antología del Teatro Infantil Peruano. El Hipocampo y sus palabras/ guía de autores y libros de la literatura infantil y juvenil peruana, Valdelomar para niños y jóvenes, Luna llena de cielo/ la luna en la poesía infantil, Palma para niños y jóvenes (Antología). Al respecto es bueno recordar que Cabel, al referirse al libro de Angélica Palma: El Palma de la juventud, de 1921, lo señala como el libro precursor de la literatura infantil, anterior a los textos de Luis Valle Goicochea y de Alida Elguera.

Jesús Cabel es uno de los investigadores literarios de más sólida y constante obra en el Perú y en Latinoamérica. Su reciente obra Correspondencia Completa de César Vallejo, publicada por la Universidad Católica -que amplía una anterior titulada César Vallejo, a lo mejor soy otro-, es una estupenda muestra de sus altas calidades de estudioso serio y acucioso. Bibliófilo insaciable, tiene registrado el caudal más rico de lo escrito por autores peruanos, incluyendo parcelas de latinoamericanos y europeos. Debemos citar, aun, las Cartas de Mariátegui (21 cartas inéditas), su texto relacionado con los estudios de Porras sobre Palma, y su obra Valdelomar para niños y jóvenes. Finalmente, debemos anunciar que mañana, 13 de noviembre, aparecerá su documentada obra Mural bibliográfico de la poesía peruana del Siglo XX.

Nuestro dilecto amigo ha sido Presidente de la Organización Internacional para el libro juvenil – IBBY; ha presidido en dos oportunidades la Asociación Peruana de Literatura Infantil y Juvenil (APLIJ) y es fundador y Director del Centro de Investigación de Literatura Infantil y Juvenil del Perú. Ha sido Jurado tanto en Casa de las Américas, de Cuba, como en "Fundamarti", Costa Rica, para discernir el Premio Mundial de Literatura. Tiene el Premio Nacional “Poeta Joven del Perú” (que en su primera versión del año 1960 ganaran Javier Heraud y César Calvo), así como el Premio de Literatura Infantil (área de ensayo “Amauta”), el de poesía “Eleodoro Vargas Vicuña” y el de la Municipalidad de Lima 1983. Como conferencista ha sido invitado a Portugal, Alemania, Cuba, Costa Rica, Chile y Argentina. En 1994 representó al Perú en el Encuentro de Escritores y Poetas Iberoamericanos que se realizó en Lisboa. Con otros autores ha escrito “Panorama de la Literatura Infantil en América Latina”, publicado en Venezuela; a él le correspondió lo relacionado con el Perú. También es co-autor del libro de reflexión Alero de los sueños, junto a destacados especialistas de Literatura Infantil.

Una característica del trabajo literario de Jesús Cabel es su permanente decisión de compartir las páginas de sus libros con otros autores. Parece que al hacerlo se recrease doblemente: ofrece lo propio “como cosecha en punto”, semejante simbólicamente a esas generosas entregas de las vides de la noble tierra iqueña donde radica, cálida de sol, amistad y regocijo en donde ocupó el alto cargo de Director de la filial del Instituto Nacional de Cultura. Esa cualidad de compartir está patente en su empeño de antologista pero, también, en los libros cuyas páginas, abiertas como brazos fraternos, incluyen a quienes transitan por la misma senda. Entre otros casos se encuentra Memoria del Sol, donde "comienza con Valdelomar en un itinerario para leer a los poetas Iqueños". Una veta de rico y vasto contenido al respecto es el libro El hipocampo y sus palabras. Es, como dice, “un derrotero para una historia de la literatura infantil y juvenil”. Aquí aflora otra vez esa rebeldía social y cultural del autor al declarar, con respiro de esperanza, que el título “está alentado por el espíritu del Maestro Luis Alberto Sánchez, con quien mantuve conversaciones sobre la participación de los intelectuales en los procesos de cambio y la situación de deterioro cultural que soporta el país”.

Es, pues, honda y emocionada su dedicación a lo que él llama “oficio de la fantasía y la esperanza”. En una entrevista que le hiciéramos hace 26 años, publicada en “Crónica Cultural” del antiguo diario “La Crónica”, Jesús Cabel advertía sobre la llamada literatura infantil realizada por adultos:
“no sólo está de espaldas a la realidad del niño peruano sino que deja la amarga sensación de que por medio hay una mala voluntad o una ignorancia organizada”.

Y sostenía -y aún lo hace- que “debemos tomar como eje central el drama que vive el niño en el Perú”. Cabel no habla sólo de "muchachitos de la metrópoli” -lavadores de carros y cargadores en los mercados, agobiando sus brazos y sus espaldas- sino de todos los niños que carecen de lo elemental por derecho y por un mínimo sentido humanista. En una de sus poemas -“Sapolín trovador del tiempo”- encontramos estos versos que revelan, precisamente, la situación de esos niños ausentes del colegio y ajenos a los juegos de su edad:
“…y cuando el día despierta
nadie lo detiene
en la faena
pues en la vida es tan
tan importante
(dice Sapolín Sapilonete
abriendo sus ojazos
de infinito ahogado)
ganarse un lugar
en el trabajo”.

Esta denuncia aparecerá también en Cruzando el infierno ese notable libro con el que ganó el consagratorio "Premio Poeta Joven del Perú", en 1975:
“… a la deriva va la época y yo atravieso calzadas y plazuelas
escupo si me place
a la momia de Pizarro
corro
tras la pelota de trapo en mis años juveniles
guardo
celosamente las bolitas de barro
y en el hocico del lobo
es inexorable el naufragio…”

Como si de veras huyera del infierno -o lo retara en tanto símbolo de la vida peruana- Jesús Cabel, en sus Crónicas de condenado, le dedica a Ticlio, punto más alto y frígido de nuestra serranía central, un poema que comienza diciendo:
“Ticlio Ticlio la dimensión del infinito acrecienta tu estatura
de nieve y/o la soledad congelada del paisaje que mi voz
descubre entre el valle de la maravilla y el aniquilamiento
de un pueblo que se subleva como el viento”.

Arrojados del paraíso, condenados a su suerte, los hombres crean ese valle de la maravilla, ese “paraíso artificial de la poesía”. Como buen químico, ese "ácido" (título de uno de sus poemarios) no será producido en su laboratorio universitario sino en su estudio de literato y de poeta. En este libro -en Ácido- Cabel se revela, según ya lo había dicho Xavier Abril, como “el único poeta demoníaco, infernal, que ha producido el Perú orgánicamente…”. Lo es, en verdad, con su palabra de chispa y de tizón, almibarada sin embargo con ese dulzor con el que escribe su literatura infantil. Luis Alberto Sánchez señaló con acierto que “Cabel no sacraliza al hombre ni al demonio, sacraliza la angustia del hombre…”.

Este es el temple de este poeta maduro de la Generación del 70, posesionado de esa dramática zona intermedia entre el “infierno” de la realidad que él cruza imaginariamente, y ese “paraíso” que busca y describe en sus poemas. No es el poeta del infierno -dijimos en un artículo publicado en 1978- pero desde donde está ubicado puede apuntarlo para descubrir el estado de nuestra existencia. Puede, igualmente, vislumbrar las dos fuerzas antagónicas del bien y del mal, de la vida y de la muerte, de la luz y de la oscuridad, del amor y del odio; y también mostrarnos el equilibrio que surge de sus versos preñados de gran aliento porque contienen en su interior la palabra encendida que ha de ser capaz de construir una nueva humanidad: “hacer de la poesía un universo reluciente/ cuerpo de miel,/ columna ardiendo,/ viva melodía”.

Hoy día hemos escuchado su brillante discurso titulado “Ciro Alegría y su narrativa infantil y juvenil”, con hallazgos realmente valiosos respecto a un clásico de nuestra literatura que no pretendió conscientemente escribir “para los niños” y, sin embargo, su esposa Dora Varona ha podido extraer de esa obra una serie de narraciones “infantiles” hasta completar nada menos que 12 libros que llevan el nombre de Panky y el guerrero, con el que ganó en 1968 el Premio José María Eguren. Consideramos que este gesto de Dora Varona demuestra que la “literatura infantil” es, fundamentalmente, literatura que puede o no convertirse en “infantil”, dependiendo de ese niño que la lee, acepta e incorpora. Y queda, en tal sentido, una duda como pregunta: ¿el niño, puesto en la dirección de escoger, habría privilegiado esos fragmentos o narraciones cortas provenientes de la obra de Ciro Alegría? El discurso de Cabel obliga a ingresar nuevamente en el fondo mismo de esa “problemática de la literatura infantil” que la Academia Peruana de la Literatura Infantil está en la obligación de abordar y profundizar. Esa, creemos, es, entre otras, su principal función. Por ahora solo cabe darle al distinguido poeta y amigo un afectuoso abrazo de bienvenida y felicitación.
(*) Discurso de incorporación de Jesús Cabel a la Academia de Literatura Infantil, en la Casa Museo Ricardo Palma, el 13 de noviembre del 2009..

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