martes, 1 de enero de 2013

EN MEMORIA DE ROSA CERNA GUARDIA


CANTORAS DE LAS FABLILLAS DEL PESEBRE

Por: Dr. Saniel E. Lozano Alvarado
Miembro de Número de la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil

El año pasado por esta misma época, nos referimos a la original, tierna y estupenda obra de Esther M. Allison (1918- 1992), de quien afirmamos que, ubicada en la alborada de la literatura infantil peruana, es probablemente la autora más fina, más sutil, más tierna y estremecida por el tema de la Navidad, porque seguramente pocos como ella sintió, amó, vibró y cantó poéticamente el acontecimiento más grandioso y sublime de la cristiandad. Es que sus creaciones están bordadas y tejidas de niñez, de naturaleza viva, de flora, fauna, fronda, de gente sencilla y de ilusiones y candores, brotadas al influjo del fraterno y espiritual universo del nacimiento de Jesús. Algunos títulos de tan vasta, fina y fecunda creación sobre el tema así lo revelan: “Villancicos para el cenáculo” (1902), “Mester de niñería” (1965) y “Pajaritos de Belén” (1982).

Pero la obra de Esther, de pronto adquiere una nueva dimensión por el fraterno encuentro con otra cumbre de nuestra literatura infantil: la huaracina Rosa Cerna Guardia, cuya desaparición me acaba de comunicar, en sentida y alada nota, el escritor Roberto Rosario Vidal: ella ya no está más entre nosotros, porque en estos días en que ya relumbran los signos y las luces de Navidad, la fina y sensible maestra y poetisa se ha ido a vivir al cielo peruano y a todos los confines, en busca de la Estrella de Belén.

Rosa Cerna Guardia.

El editor y escritor chimbotano Ricardo Ayllón nos ayuda en la reconstrucción de esta semblanza: Rosa Cerna Guardia nació en Huarás en 1926. Estudió en la Escuela Normal Urbana de su tierra natal y después Periodismo en la Pontificia Universidad Católica del Perú.

Inició su carrera magisterial en el Instituto Industrial N° 11 de Huarás; luego prosiguió en la Escuela N° 444, de Chorrillos (de 1953 a 1966); en la Escuela 4518 de Barranco (1960-1971); y en el Colegio Pedro Ruiz Gallo (1971-1987).

Su abundante y fecunda producción comprende poesía y cuento, géneros que siempre revelan el ejercicio magisterial y la amorosa presencia de la niñez. Sus primeros libros fueron: “Imágenes en el agua” (1957), “Figuras del tiempo” (1958), “El mar y las montañas” (1959), “Desde el alba” (1966), “La niña de las trenzas azules” (1968) y el sorprendente “Los días de carbón”, que en 1966 obtuvo el consagratorio Premio “Juan Volatín”, convocado por la Sección Peruana de la Organización Internacional del Libro Juvenil, adjunta a la UNESCO.

A partir de la década del 70 la carrera literaria de la escritora y maestra de niños empieza a ser reconocida en el ámbito internacional gracias a la calidad de su obra y de sus continuos triunfos en concursos y certámenes. En este época publicó el libro de cuentos “El hombre de paja” (1973) y la antología “Los niños del Perú y sus poetas” (1976). Posteriormente dio a luz el poemario “Escrito en Barranco” (1987) y los trabajos “Tataramundo” (1989), “Al alcance de los niños” (1990), “Fablillas en el pesebre” (1993), “Una flor de cuentos” (1994), “Poemas del recuerdo” (1996) y “La alforja del jorobado” (1999), entre otros importantes títulos.

Tan intensa como variada producción le permitieron obtener diversos, justos y consagratorios reconocimientos, como el citado Premio “Juan Volatín”, el I Premio en el Concurso internacional de Literatura Infantil (Chile, 1968), II Premio de Poesía Nisei del Perú (1968), II Premio Nacional Ricardo Palma de la Cámara Peruana del Libro (1972), Premio Nacional de Educación Horacio (1993) y Mención de Honor en el Premio Mundial de Literatura José Martí (San José, Costa Rica, 1995).

En todo este conjunto reluce nítidamente la poesía inspirada en el supremo acto del nacimiento del Niño, deslumbrante acontecimiento cantado en múltiples, aladas y brillantes creaciones por Esther, como bien explicó su amiga: “Fablillas es el término que utilizó mucho Esther M. Allison, para designar los monólogos, diálogos, suspiros, canciones, arrobos y todo comportamiento o expresión, aún la no verbal ni musical, de asombro o movimiento de los seres, junto al pesebre de Jesús. “O cantar para Dios o quedar mudo”.

Entonces, como homenaje y fraterno recuerdo, con el referido título se publicaron algunos de los cientos de villancicos que escribiera Esther “para acercar a los niños a la luz del pesebre y a nosotros a la luz de su poesía tan llena de belleza y colorido”. O sea que en un solo libro se reúnen al unísono dos armónicas y supremas voces, para ofrecernos un estupendo concierto de sinfonía, amor y retablo navideños, con creaciones artísticas de inspiración, genio y acento netamente peruanos.

Estas “fablillas” son creaciones brotadas en el centro mismo del amor, la fe, la tradición, la naturaleza y la cultura peruana. Temblor de ternura. Sencillez de lo bueno. Brote de la fe. Afirmación de la más alegre, noble y festiva tradición cristiana. Difícil encontrar en la literatura peruana un logro de similares características y méritos.

Entonces, “Fablillas en el pesebre” convoca en un solo concierto la poesía de Allison y las prosas narrativas de Rosa Cerna. El variado, cromático y paisajístico contenido se agrupa en tres secciones: Estampas (de relatos breves, reales o imaginarios), Villancicos y Cuentos. Cada uno, a su vez, se abre con la palabra poética de la huarasina. A la primera sección, por ejemplo, pertenecen estos versos: “Todas estas cosas, / sucedieron en un tiempo. Todas …/ El amor llega, / tiende sus alas / y nos lleva / al lugar donde brota el agua, / donde la luz, el prodigio / y el misterio / son una misma cosa.

“Villancicos”, la parte medular y central del libro, abre su galería con esta muestra poética: “Para esos ojitos de cielo / de tan dulce mirar, / Para esa boquita chiquita / de tan dulce reír, / yo tengo un canto nuevo / que lo aprendí al venir, / bebiendo como la venadita / del hontanar. // Para ese lindo Niño / Enmanuel. / mi corazón de juguetería / y cascabel”.

A continuación se suceden en impresionante desfile de poesía y narración, en supremo alarde y derroche de creación artística, bajo el iluminador tema navideño: los villancicos de la santarrosita, del pájaro carpintero, del gallito de las rocas, de la lechuza, del huerequeque, del espantapájaros, del Martín pescador, del zorzal, del corequenque, del zorzal y tantos otros. Nunca la fauna y la floresta peruana tan heterogénea y diversa estuvo mejor representada, por lo menos en la literatura navideña.

Y los “Cuentos” empiezan su magia narrativa con estas líneas: “No sólo de cuentos / se hace un cuento. No. / Se hace también de poesía, / tradición y ternura, / imaginación, juego de palabras / música, sueños, / leyenda y fantasía.

Tan finas e inspiradas creadoras ya no están. Nos quedan su espíritu, su genial creación y el eterno tema del pesebre, que casi nadie cantó como Esther M. Allison y Rosa Cerna Guardia. Pero en esta y en todas las navidades sus villancicos y relatos iluminarán el Pesebre.

Fotografía tomada en el homenaje tributado por la Academia Peruana de Literatura Infantil y Juvenil: Rosa Cerna, Jesús Cabel, Roberto Rosario, Manuel Pantigoso, Milciades Hidalgo.


Rosa Cerna con las escritoras Carlota Flores, Sara Montalván...


Graciela Briceño, Roberto Rosario, Rosa Cerna, Sara Montalván.


Visita a Rosa Cerna en su casa: Roberto Rosario, Rosa Cerna y Oscar Colchado.

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